Otro ejemplo, triste, previsible y paradójico, de muerte por éxito.
miércoles, 17 de abril de 2019
Plástico
Formando parte de la exposición titulada I´m plastic design, Victoria Sotés presenta en la Esdir, de Logroño, la obra 2019 d.C., inspirada en los objetos de vida cotidiana de las civilizaciones antiguas que, sacados de contexto y cribados por el paso del tiempo, se han convertido en objetos de museo mostrados al público en estanterías y vitrinas. Lo que nos ha llegado, seleccionado por el azar en la mayoría de los casos, puede que no fuera la mejor producción de cada época, pero los materiales, los restos decorativos o su belleza formal, su rareza y escasez, hacen que cualquier resto conservado merezca la pena y justifique su tratamiento como pieza de museo cargada de significado y de valor artístico.
Los objetos seleccionados para esta obra (la recolección de una pequeña parte de los recipientes de plástico de uso doméstico generados por una familia en un breve periodo de tiempo) se presentan con las exigencias museográficas habituales para ajuares equivalentes de otras épocas (agrupados, datados, protegidos, iluminados, vigilados,…), aunque dispuestos sobre un espejo que multiplica la pequeña colección y la hace formar parte de la superficie de un agujero sin fondo, anegado por la acumulación de desperdicios.
En el caso de las producciones materiales contemporáneas, en esta fase hipertrofiada de la sociedad de consumo, la sobreabundancia de objetos es de tal volumen que no va a haber criba posible por muy eficientes que sean las campañas de reciclaje y destrucción de deshechos: los plásticos en sus múltiples variantes están aquí para quedarse, perdurando sobre cualquier intento de selección y poniendo en grave riesgo a la civilización que los generó. Por primera vez los restos más apreciables de la cultura material de una época no terminarán en los museos, sino invadiendo el vertedero universal que han propagado, envenenándolo y devorando a sus creadores.
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