martes, 7 de febrero de 2017

Carmen de la Jara cantó “por Cái”

Carmen de la Jara.


Resulta chocante que, habiendo tantas posibilidades y variantes donde elegir, con tantos palos y estilos, todos los conciertos flamencos acaban por parecerse. Tanto -más allá de la categoría e inspiración de los intérpretes- que resultan prácticamente iguales: una serie de cantes y formas que se repiten previsibles, como un establecido canon del gusto o la moda de la época. En un ciclo de seis conciertos no solo se repiten las formas cantadas y prácticamente en el mismo orden, sino que a menudo reaparecen las mismas letras.
Por eso resultan tan atractivos los recitales en los que algo se sale de la norma, y se escucha cualquier cosa infrecuente o cantada de manera diferente.
Antonio Chacón acompañado por Javier Molina, con Bombita y Belmonte entre el público.


En la actuación de Carmen de la Jara hubo lo suficiente de sorpresa como para que el respetable se fuera contento a casa tras una cerrada ovación de despedida.
Empezó cantando un precioso martinete (“Veinticinco calabozos tiene la cárcel de Utrera; veinticuatro he recorrido: el más penoso me espera”) seguido de las soleares de “los Mellizos”, muy acompasadas y emotivas, y una brillante guajira llena de cadencias y aromas cubanos (“de Cuba te traigo, paisano, coplas de La Habana Vieja que en Cádiz se hicieron tangos”). 
Ruven Afanador.
Después unos tientos muy reposados, hondos, perfectos de compás, acabados en una larga tanda de brillantes tangos; unas cantiñas con sus alegrías y un hermoso mirabrás, para luego demostrar, en lo mejor de la noche, que sigue siendo una excelente siguiriyera, expresiva y arriesgada. Después “periconeó” una bulerías de Cádiz, metiendo con mucha gracia una tanda de jotas en el compás de la bulería, muy bien recibidas por el público a pesar del evidente destemple de la voz, utilizada hábilmente como un señuelo “popular”, diciendo más que cantando, renunciando a la entonación en favor del “cuento” y la expresividad.
Eugeni Forcano. Por bulerías. Canet de Mar, Barcelona. 1963.
Siguió con una simpática farruca, los Cuatro claveles que popularizara La Paquera de Jerez y que, siguiendo el paso abierto por la falseta más conocida de Diego del Gastor ejecutada con toda precisión por Antonio Carrión, derivó con naturalidad hacia las bulerías, que ligó a otras bulerías “acancionadas” muy en plan Niña de los Peines, alardeando de gracia y compás, pero con la voz, a esas alturas, bastante venida a menos. En ellas cupieron Los cuatro muleros, varios cuplés (“las tres, señor presidente, saque usté ya su pañuelo y a ver quién es más valiente, si Lagartijo o Frascuelo”) y la Canción del Olé, con buena parte del público completamente entregado. Para acabar, los tanguillos “de los anticuarios” y una piñata muy carnavalera, plenos de gracejo y chispa, con su peculiar compás, y dos fandangos de regalo, con mucho sentimiento y entrega, pero perdida ya cualquier posibilidad de flexibilidad y temple en los tonos agudos.
Diego del Gastor.
Estuvo muy bien acompañada a la guitarra por Antonio Carrión, imaginativo y preciso, muy técnico y siempre pendiente de la cantaora. "Citó", además de a Diego del Gastor, a Isaac Albeniz, igual de bien y con la misma pertinencia, y estuvo superior por soleares y seguiriyas, y siempre derrochando compás, formó un equipo de precisión con Diego Montoya, todo un portento de ritmo, marcando tan ajustado y seguro como un metrónomo: un espectáculo en sí mismo.
Ruven Afanador.

El público, benigno y discreto, disfrutó y así lo hizo notar. Quizá tuviera que ver con que había oído algo que si no era nuevo, al menos hacía tiempo que no escuchaba. 


Carmen de la Jara
Guitarra: Antonio Carrión
Compás: Diego Montoya
2 de febrero de 2017
Salón de columnas del Teatro Bretón
Logroño

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