¿Por qué será que a los amantes de los relatos de ficción (literarios, cinematográficos, televisivos, musicales, políticos,...) nos gusta tanto identificarnos con el Jon Nieve de turno, mientras que los que nos rodean, - con mejor perspectiva, sin pasión y atendiendo solo a nuestras cualidades y proceder -, nos ven exactamente iguales que Joffrey Lannister o Viserys Targaryen?
El destino, esquivo, no siempre nos sonríe.
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