martes, 22 de abril de 2014

Chillida: la materia y su sonido



Obras de Eduardo Chillida en Bodegas C.V.N.E. En primer plano, Escuchando la piedra. Foto: F.G. 17.04.2014
Una rama selecta del frondoso árbol de la obra de Eduardo Chillida ha llegado a la bodega de C.V.N.E., en Haro, para pasar una temporada.
Arbol. 1999. Foto: F.G.

Ocho piezas singulares, poderosas, variadas, maduras, agrupadas en lo que fuera un espacio de trabajo y silencio, para que en estos próximos meses se enriquezcan reciprocamente: la sencilla dignidad del antiguo almacén incrementa su belleza cargándose del sentido y el valor simbólico que le aportan las esculturas, mientras que estas se pueden ver en ese ámbito infrecuente como obras distintas -como nuevas- fuera de los convencionalismos de los museos o de la exhibición en la naturaleza.
Homenaje a la arquitectura. 2000. Foto: F.G.
La posibilidad de aproximación y mirada demorada que se nos brinda es especialmente importante en la obra de este artista enamorado de la materia -en esta ocasión granito, acero, alabastro, piedra arenisca y tierra chamota-, capaz de sacar de ella lo mejor de lo que oculta tras descubrir sus escondidas cualidades, apreciadas no solo con la vista y el antiguo oficio aprendido sino también después de una larga y profunda escucha.
Esa dimensión aérea e "inmaterial" de la escultura a la que hacen referencia el título de la exposición ("el viento que no vemos", aforismo del propio Chillida), o el de una obra ("Escuchando la piedra") o el verso tan querido y fecundo de Jorge Guillén ("lo profundo es el aire"), se convierte en el hilo conductor de la muestra, otro logro de la fructífera dialéctica entre la materia y el espacio que siempre ha movido a los grandes escultores. 
Homenaje a Cioran. 1998. Foto: F.G.
Un acierto del montaje es la utilización de la luz para subrayar esos hallazgos espaciales, luz que se convierte en auténtico "valor añadido", porque, además de potenciar las características y cualidades de los materiales, logra transmitir una sorprendente sensación de ligereza y levedad en medio de una atmósfera de paz ajena al mundanal ruido.
La antigua nave de reposo de la bodega sigue conservando su habitual luz mortecina y la atmósfera de recogimiento y silencio, opción muy adecuada, como haber aprovechado los escasos vestigios del pasado que perduran en la arquitectura para enfatizar lo expuesto, enmarcándolo o subrayándolo. 
Más dudosa me parece la aparente pretensión de convertir el antiguo almacén en un espacio religioso, con un itinerario simbólico ascendente hasta el ara que todo lo preside, coronada por la cruz. Resulta innecesario, porque la obra del artista ya sacraliza el lugar.
Lo profundo es el aire. 1998. Al fondo, cruz en piedra arenisca. 1973.Foto: F.G.
Creo que esta exposición, comisariada por Ignacio Chillida Belzunce, le gustaría mucho a su padre porque recoge muchos de los principios que rigieron su forma de trabajar y de vivir: amor a la tierra, capacidad para el trabajo colectivo, reconocimiento de los oficios y las habilidades prácticas de los otros, sutileza intelectual, voluntad de llegar a acuerdos, precisión en los objetivos, cuidado de los detalles, dignificación de los lugares de trabajo, y algunos otros que seguro que se me escapan. 
Homenaje a la arquitectura. (Detalle). 2000. Foto: F.G.
Al salir, un poema de Chillida ilumina y resume la experiencia:

"cubierto de caminos y de piedras 
recostado en la noche tan despacio 
que el sonido se oye cuando calla"


Un lugar (provisional) para Eduardo Chillida.. Foto: F.G.


(Publicado en Rioja2. 30.04.14).



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