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Pierre Bonnard. La lectura. Circa 1905. |
“Y una cosa más, lo digo de corazón: soy una persona anticuada que cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que la humanidad ha creado. El “homo ludens” baila, canta, realiza gestos significativos, adopta posturas, se acicala, organiza fiestas y celebra refinadas ceremonias. Para nada desprecio la importancia de estas diversiones: sin ellas, la vida humana pasaría sumida en una monotonía inimaginable y, probablemente, en la dispersión. Sin embargo, son actividades en grupo sobre las que se eleva un mayor o menor tufillo de instrucción colectiva. El “homo ludens” con un Libro es libre. Al menos, tan libre como él mismo sea capaz de serlo.
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Paul Klee leyendo en su estudio. |
Él fija las reglas del juego, subordinado únicamente a su propia curiosidad. Puede permitirse no solo leer libros inteligentes de los que aprenderá cosas, sino también libros estúpidos de los que algo sacará. Es libre de no leer un libro hasta la última página, y de empezar otro por el final e ir retrocediendo. Puede echarse a reír en un punto no destinado a ello o, de repente, detenerse ante unas palabras que recordará durante el resto de su vida.
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Tablillas enceradas de madera para la escritura y la lectura. Casa de Cecilio Giocondo. Pompeya. Siglo I. |
Y, finalmente, es libre – y ningún otro pasatiempo puede ofrecerle esto- de escuchar de qué habla Montaigne o de zambullirse en el Mesozoico por un instante”.
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Stuart Mills, Homenaje a Wyndham Lewis. Postal. 1969. |
Nada como la visión privilegiada de una poeta para hacer el elogio de la lectura. Este hermoso texto es un fragmento del prólogo que Wislawa Szymborska, premio Nobel de literatura en 1996, escribió para sus prosas agrupadas como “Lecturas no obligatorias”, editadas en España por Alfabia en 2009.
¿Un Tàpies del siglo I?
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