(...)"El dibujo estuvo siempre relacionado con el intento de atrapar y cifrar lo esencial. Ha servido para codificar y hacer hermosos alfabetos, caligrafías, números, geometrías, signos y símbolos perdurables y útiles que nos definían y bajo los que nos sentíamos y seguimos sintiéndonos protegidos. Era una forma primaria (en el doble sentido de simple y anticipatoria) de ponerle nombre a las cosas, de delimitarlas, porque, como dice Lao Tse, “desde los tiempos más remotos hasta hoy, jamás se ha podido prescindir de los nombres para entender las cosas”. Fue el instrumento ideal para crear planos, guías e indicaciones para viajeros, proporcionando pistas ciertas, claras y concisas, y con su nuevo estatus ha recuperado el papel del artista como médium, una especie de chamán que orienta a su círculo de influencia. Después de un largo viaje el dibujo contemporáneo recupera esa función mágica primordial, pero el intento de orden primigenio, ese esbozo topográfico de incipiente agrimensor, ha pasado del interés por lo exterior a la preocupación por lo más recóndito de nuestra cabeza."(...)
Francisco Gestal. Una línea en el tiempo. (Texto para el catálogo de la exposición El relato desprovisto. Instituto Cervantes de Pekin, 2016)
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