Billie Holiday. |
En poco menos de una semana han coincidido el centenario
del nacimiento de Billie Holiday y la muerte de Eduardo Galeano, que
tanto la admiró y que escribió esto sobre ella:
"La empresa Columbia se negó a grabar esa canción, y el autor tuvo que firmar con otro nombre.
Pero cuando Billie Holiday cantó Strange fruit, cayeron las barreras de la censura y el miedo. Ella cantó con los ojos cerrados y la canción fué un himno religioso por obra y gracia de esa voz nacida para cantarlo, y desde entonces cada negro linchado pasó a ser mucho más que un extraño fruto colgado de un árbol, pudriéndose al sol.
Billie,
la que a los catorce años lograba el milagro del silencio en los ruidosos puteros de Harlem donde cambiaba música por comida,
la que bajo la falda escondía una navaja,
la que no supo defenderse de las palizas de sus amantes y sus maridos,
la que vivió presa de las drogas y de la cárcel,
la que tenía el cuerpo hecho un mapa de pinchazos y cicatrices,
la que siempre cantaba como nunca."
Eduardo Galeano. Voz negra. (Recogido en Espejos. Una historia casi universal.) Siglo XXI. Madrid, 2008.
Eduardo Galeano leyendo su libro Espejos.
La letra de la canción, escrita por el judío emigrante norteamericano Abel Meeropol, dice así:
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"De los árboles del sur cuelga una fruta extraña.
Sangre en las
hojas, y sangre en la raíz.
Cuerpos negros balanceándose en la brisa
sureña.
Extraña fruta cuelga de los álamos.
Escena bucólica del
valiente sur.
Los ojos saltones y la boca retorcida.
Aroma de magnolias, dulce y fresco,
y el repentino olor a carne quemada.
Aquí
está la fruta para que la arranquen los cuervos.
Para que la lluvia la
tome,
para que el viento la aspire,
para que el sol la pudra,
para que
los árboles la dejen caer.
Esta es una extraña y amarga cosecha".
Benditos sean.
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