Marina Heredia. |
Hay artistas completos que transmiten sensación de seguridad
y dominio hagan lo que hagan, y que a sus capacidades singulares añaden el don
de la naturalidad. Marina Heredia es un ejemplar de esta rara categoría, y el
concierto del pasado jueves en el Teatro Bretón lo demostró de principio a fin.
Tiene una voz poderosa y flexible, y una técnica con la que la controla a la
perfección, capaz de modular y extraer los más diversos matices, desde lo
dolientemente jondo hasta el brillo más apropiado para los cantes alegres. Todo
en ella es naturalidad: al cantar, al moverse, al dirigirse al público y hasta
al quitarse los zapatos. Para todo hay que tener gracia, y a ella le sobra. Tan
gitana como la que más y más universal que cualquiera (por su proyección y por su
curiosidad, como demuestran la expansión de su presencia internacional y la
diversidad e interés de sus colaboraciones musicales).
Además, tiene una presencia escénica asombrosa, con una belleza rotunda, racial, muy acorde con la imagen tradicional de la "mujer española".
Francisco de Goya. Isabel Cobos de Porcel. 1805. |
Pletórica de facultades y de ganas en este fructífero
periodo de su madurez artística, afrontó
en Logroño un repertorio variado y muy exigente del que extrajo lo mejor del
pasado y al que aportó sus atinadas intuiciones de inspirada creadora.
Empezó con una entrada en escena muy teatral, tan eficaz
como sencilla, caminando desde las bambalinas hasta el centro del escenario
mientras afrontaba con emoción unas tonás rotundas, perfectamente serias,
admirables, como para indicar el nivel por el que iba a discurrir la noche.
Para relajar el ambiente, continuó con unas vibrantes alegrías, desbordantes de
gracia y compás. Después, una de las especialidades aprendidas en casa de la
mano de un experto, Jaime “El Parrón”, su padre, cargadas de dramatismo y con una emocionada voz
doliente (idónea para cantar sabias
sentencias populares tan indubitables como “pa qué tanto discutir, si unos
antes y otros luego nos tenemos que morir”), sorprendentemente rematadas por
cantiñas. Un nuevo cambio de tempo e intención con sus personales milongas “En
los brazos de mi madre”, recuperadas de un pasado ya perdido y cantadas muy
reposadamente, buscando relajar la intensidad emocional del concierto. Después,
unas dramáticas malagueñas, muy exigentes, rematadas con unos fandangos
abandolaos del Albaicín que resultaron “de oro macizo”, en un alarde de compás
y de gracia gitana de la cantaora y de su pequeño grupo de acompañamiento.
Después, como si nada, una caña de Terremoto, rapidísima, perfecta, intensa,
como electrificada, muy innovadora aunque con todo el sentido hondo exigido por
la seriedad del tema. (Seguro que le habría encantado a Enrique Morente, porque
esa caña valía por todo un concierto). Luego
unos tangos granaínos muy morunos, desbordantes de compás y alegres jaleos y
letras referidas a las persecuciones y fatigas del pueblo gitano. Para acabar,
unas bulerías muy personales dedicadas a los toreros Curro Romero y “Chicote”,
de compás cambiante, narrativas y muy templadas. Y de regalo al entregado
público, unos fandangos naturales preciosos, que trajeron a Camarón y a Paco de
Lucía al recuerdo de los aficionados.
Pablo Picasso. Figura con blusa de rayas. Circa 1949. |
Marina Heredia y José Quevedo, "Bolita". |
Marina Heredia
José Quevedo, "Bolita", guitarra.
Teatro Bretón.5 de marzo de 2015.
Vicente Amigo
Jorge Pardo
Pansequito
(Publicado en Rioja2 el 09.03.2015)
Muy bueno Pachi.No se puede contar más bonito.
ResponderEliminarSer del pueblo, reflexionar, vivir lo propio y lo que te rodea, dominar una técnica, soporte, trabajar, apostar por ello, reflexionar, elaborar propuestas válidas, en eso consiste el arte. Que poquitos lo entienden........... Marinaaaaaaa, lo tuyo es ARTE !!!!!
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