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Hirst currándoselo. |
Al parecer, Damien Hirst ha quebrado como director general del conglomerado de empresas que gerenciaba, pensadas para poner en pie espectáculos que no tenían otro mérito (al menos ese era el que reiteraba la omnipresente propaganda, unas veces pagada y más a menudo gratuita) que ser "las exposiciones más caras del mundo". Al gran vendedor dejaron de salirle las cuentas y, a pesar de ser demasiado grande, cayó estrepitosamente con todo el equipo. Entre los damnificados, naturalmente, especuladores, galeristas, inversores y subasteros. El público y la afición no pierden gran cosa.
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Hirst haciendo sentadillas. |
Como consecuencia, se retiró a una de sus mansiones para pintar junto al río, todos los días de nueve a cinco, cerezos en flor. Mientras, medita sobre las cosas de la vida. Asegura a la revista The idler que nunca tuvo otro deseo que pintar, pero que no podía hacerlo porque tenía que atender a todos sus empleados y negocios y "a toda la mierda que eso conlleva" (sic). Porque él, pobre, nunca fue detrás del dinero, sino que el dinero le persiguió. Tremendo.
El caso es que ahora, entre tanta mentira y al menos por una temporada, se cansa bastante y duerme mucho mejor. No hay bien que por mal no venga.
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Hirst, guarrete, sobando. |
Ya veremos en qué queda tan colorista y "humana" campaña publicitaria.
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