viernes, 20 de abril de 2018

Randy Newman y la "materia oscura"



Ahí lo tienes, Randy Newman, considerado en su país con toda justicia como un tesoro nacional, rama privilegiada de un excelente tronco familiar de compositores de bandas sonoras para películas y de música popular, que a los 73 años ha sacado un disco nuevo, Dark Matter, con los ingredientes de siempre: ingenio, humor y ternura, para hablar de los temas de la vida cotidiana, la injusticia, el racismo, la violencia y demás abusos. También del amor y la pérdida, y de cómo pasa el tiempo. Y, como buen judío, de religión.
Randy Newman hecho un chaval.
Y además y por encima de todo, la música, asombrosa de riqueza y variedad, tan intensa cuando la toca una orquesta como en un piano vertical en el hueco de una mesa de despacho, en la sede de la radio pública norteamericana, donde da gusto verlo, tan sabio y caústico a pesar de (o por) la edad.
Llama la atención que habiéndole dedicado un retrato a Putin, "un psicópata que se esconde detrás de la apariencia de un tipo normal", no haya hecho otro tanto con su innombrable presidente, porque lo considera tan despreciable como irrelevante, a pesar del rastro de dolor que le sigue.
Pero lo suyo es la gente corriente en su cada día, recurriendo constantemente (para recrearla) a la enorme amalgama de la música popular de su país.


Como en esta canción que habla del bluesman Sonny Boy Williamson, que tuvo un sueño que le dio fama y fortuna antes de devorarle, y al que otro músico le robó todavía en vida el nombre, las canciones y el prestigio. 
Un caso como el de cualquier rector de universidad. Como el de cualquier presidenta de comunidad autónoma.


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