El cantaor Miguel de Tena. |
Afortunadamente, el mundo del flamenco es inabarcable y cada vez aguanta peor los tópicos geográficos y formales. La curiosidad y el esfuerzo son ingobernables, y los cánones se transforman aceleradamente adaptándose a la cambiante realidad. La presencia en Logroño del cantaor Miguel de Tena, nuevo en esta plaza, despejó clichés y prejuicios sobre lo que ha aportado Extremadura al flamenco, que ha sido mucho más que tangos (como bien sabían Paco de Lucía y Camarón, que allí fueron a aprenderlos para luego expandirlos, haciéndolos lenguaje común) y fandangos.
Miguel de Tena es un cantaor admirable, con una voz privilegiada, poderosa, de registro amplio, precioso metal y dicción clara, tan apropiada para la expresión delicada y sentimental como para el hondo desgarro. Pero tan importante como esas cualidades es la actitud con la que la trabaja y desde la que afronta la cultura musical flamenca: su esfuerzo, su coraje (reflejado en la manera de aferrarse a las solapas de su chaqueta como a un punto de apoyo desde el que proyectar su emoción), su entrega, su capacidad de arriesgar con un repertorio serio y completo.
Dejó en Logroño, para el recuerdo, un concierto largo, sin concesiones, donde hasta lo amable resultó exigente. Así lo vi y así lo cuento.
Ramón Gaya. El bodegón de la mandolina. 1927. |
Sobre el precioso saludo de presentación del guitarrista Antonio Patrocinio, comenzó Miguel de Tena cantando unas tonás por todo lo alto, llenas de arrojo y perfectas de compás, como recién salidas de la fragua a que hacían referencia las letras. El hondo pesar y los problemas con la justicia siguieron en el cante ligado de una cartagenera y una taranta, hondas y brillantes, delicadas y emocionantes, al borde del quiebro de garganta y cerca de cortar el aliento (el propio y el del respetable, que empezaba a encontrarse a gusto). Continuó Miguel arriesgando por una larga serie de soleá, cantando verdades (“¿Cómo quieres que arrebuje / el vino con la canela? / Vas a hacer tan mala liga / de dos cosas cuál más buena”) y derrochando energía, muy templado, en maestro.
Salvador Dalí. Gitano de Figueras.1923. |
Con una larga serie de tangos (en sus variantes malagueña, granadina y extremeña) llegamos a uno de los momentos culminantes de la noche, con peculiaridades musicales notables, aunque siempre pletóricos de ritmo y alegría, con un compás muy marcado, jocosos, picantes, con una musicalidad “moruna” muy atractiva. El equipo De Tena-Patrocinio lució su arrolladora compenetración y el público se vino arriba definitivamente entregado.
Por peteneras, volviendo otra vez a las duquelas, estuvo conmovedor, pletórico de fuerza, vibrante, arriesgando en el límite de la afinación. Otro cambio de orientación vino con María de la O en versión cuplé por bulerías (a la manera de Manuel Vallejo), cantando agudísimo y acelerado, vibrante, luciendo facultades y apostándolo todo a ganador, con un público que aplaudía cada alarde y cada desplante. Mucho más templado, conmovedor y contenido estuvo cantando por granaína y especialmente en la media granaína (“Con un suspiro le pago / a aquel que por mi suspire. / Con un suspiro le pago. / Yo miro a quien bien me mire. / Yo no acaricio ni halago / al que de mí se retire.”) muy en Vallejo.Juan Gris. Guitarra sobre una mesa. 1912. |
Y ya, camino de la apoteosis, afrontó, tan cómodo como inspirado, unos fandangos al estilo de José Palanca, tan personales y tan imitados, bordándolos primorosamente (“Llorando al pie de un calvario / yo vi una mujer perdía, / y en sus lamentos decía: / `yo sola sufro mi agravio, perdóname, madre mía´.”). Superior. Siguió, ahora sin amplificación y de pie, poniendo todo el cuerpo en el esfuerzo, con una larga serie de fandangos al estilo del Porras de Badajoz, cantando bonito y dulce, gustándose, recreándose en la musicalidad y el melisma, muy arriba (tan arriba que a Patrocinio le faltaban trastes en el mástil de la guitarra), haciéndolo tan bien que parecía que aquello fuera fácil.
Miguel de Tena y Antonio Patrocinio. Foto: Rafael Manjavacas. |
Y tras esta segunda cumbre, para despedirse, un regalo de Vallejo (“Y yo le hablé del querer, / un sabio me habló de ciencia, / y yo le hablé del querer, / tuvimos pleito en la Audiencia / pero yo se lo gané, / porque el querer da experiencia.”) y otro de Pena Hijo (“Volaba una mariposa / en el jardín del amor. / Se paró sobre una flor / y era la flor más hermosa. / Su fragancia la mató.”) impecables, y ovacionados por el público que despidió agradecido y puesto en pie al maestro y a su brillante acompañante, demostrando el entusiasmo del que ha recibido lo que esperaba.
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Francisco, enhorabuena a ti por esta crítica impecable. mil gracias y espero vernos en muchas ocasiones por eventos flamencos. un fuerte abrazo
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