sábado, 14 de abril de 2018

Miguel de Tena: el fandango por bandera

El cantaor Miguel de Tena.
Afortunadamente, el mundo del flamenco es inabarcable y cada vez aguanta peor los tópicos geográficos y formales. La curiosidad y el esfuerzo son ingobernables, y los cánones se transforman aceleradamente adaptándose a la cambiante realidad. La presencia en Logroño del cantaor Miguel de Tena, nuevo en esta plaza, despejó clichés y prejuicios sobre lo que ha aportado Extremadura al flamenco, que ha sido mucho más que tangos (como bien sabían Paco de Lucía y Camarón, que allí fueron a aprenderlos para luego expandirlos, haciéndolos lenguaje común) y fandangos. 
Miguel de Tena es un cantaor admirable, con una voz privilegiada, poderosa, de registro amplio, precioso metal y dicción clara, tan apropiada para la expresión delicada y sentimental como para el hondo desgarro.
Pero tan importante como esas cualidades es la actitud con la que la trabaja y desde la que afronta la cultura musical flamenca: su esfuerzo, su coraje (reflejado en la manera de aferrarse a las solapas de su chaqueta como a un punto de apoyo desde el que proyectar su emoción), su entrega, su capacidad de arriesgar con un repertorio serio y completo.
Dejó en Logroño, para el recuerdo, un concierto largo, sin concesiones, donde hasta lo amable resultó exigente. Así lo vi y así lo cuento.
Ramón Gaya. El bodegón de la mandolina. 1927.

Sobre el precioso saludo de presentación del guitarrista Antonio Patrocinio, comenzó Miguel de Tena cantando unas tonás por todo lo alto, llenas de arrojo y perfectas de compás, como recién salidas de la fragua a que hacían referencia las letras. El hondo pesar y los problemas con la justicia siguieron en el cante ligado de una cartagenera y una taranta, hondas y brillantes, delicadas y emocionantes, al borde del quiebro de garganta y cerca de cortar el aliento (el propio y el del respetable, que empezaba a encontrarse a gusto). Continuó Miguel arriesgando por una larga serie de soleá, cantando verdades (“¿Cómo quieres que arrebuje / el vino con la canela? / Vas a hacer tan mala liga / de dos cosas cuál más buena”) y derrochando energía, muy templado, en maestro. 
Salvador Dalí. Gitano de Figueras.1923.

Con una larga serie de tangos (en sus variantes malagueña, granadina y extremeña) llegamos a uno de los momentos culminantes de la noche, con peculiaridades musicales notables, aunque siempre pletóricos de ritmo y alegría, con un compás muy marcado, jocosos, picantes, con una musicalidad “moruna” muy atractiva. El equipo De Tena-Patrocinio lució su arrolladora compenetración y el público se vino arriba definitivamente entregado. 
Por peteneras, volviendo otra vez a las duquelas, estuvo conmovedor, pletórico de fuerza, vibrante, arriesgando en el límite de la afinación. Otro cambio de orientación vino con María de la O en versión cuplé por bulerías (a la manera de Manuel Vallejo), cantando agudísimo y acelerado, vibrante, luciendo facultades y apostándolo todo a ganador, con un público que aplaudía cada alarde y cada desplante. Mucho más templado, conmovedor y contenido estuvo cantando por granaína y especialmente en la media granaína (“Con un suspiro le pago / a aquel que por mi suspire. / Con un suspiro le pago. / Yo miro a quien bien me mire. / Yo no acaricio ni halago / al que de mí se retire.”) muy en Vallejo.
Juan Gris. Guitarra sobre una mesa. 1912.
Y ya, camino de la apoteosis, afrontó, tan cómodo como inspirado, unos fandangos al estilo de José Palanca, tan personales y tan imitados, bordándolos primorosamente (“Llorando al pie de un calvario / yo vi una mujer perdía, / y en sus lamentos decía: / `yo sola sufro mi agravio, perdóname, madre mía´.”). Superior. Siguió, ahora sin amplificación y de pie, poniendo todo el cuerpo en el esfuerzo, con una larga serie de fandangos al estilo del Porras de Badajoz, cantando bonito y dulce, gustándose, recreándose en la musicalidad y el melisma, muy arriba (tan arriba que a Patrocinio le faltaban trastes en el mástil de la guitarra), haciéndolo tan bien que parecía que aquello fuera fácil. 
Miguel de Tena y Antonio Patrocinio. Foto: Rafael Manjavacas.

Y tras esta segunda cumbre, para despedirse, un regalo de Vallejo (“Y yo le hablé del querer, / un sabio me habló de ciencia, / y yo le hablé del querer, / tuvimos pleito en la Audiencia / pero yo se lo gané, / porque el querer da experiencia.”) y otro de Pena Hijo (“Volaba una mariposa / en el jardín del amor. / Se paró sobre una flor / y era la flor más hermosa. / Su fragancia la mató.”) impecables, y ovacionados por el público que despidió agradecido y puesto en pie al maestro y a su brillante acompañante, demostrando el entusiasmo del que ha recibido lo que esperaba.


Más crónicas flamencas de 2018 en miracomosuena:
Miguel Poveda
Carmen Linares
El Pele
María Mezcle
José de la Tomasa y Segundo Falcón
Rafaela Carrasco
Rosalía

1 comentario:

  1. Francisco, enhorabuena a ti por esta crítica impecable. mil gracias y espero vernos en muchas ocasiones por eventos flamencos. un fuerte abrazo

    ResponderEliminar