José Miguel León. Antepecho déco en balcón de Barcelona.
El descreído Emil Cioran preguntaba en sus Silogismos de la amargura: "¿Para qué releer a Platón cuando un saxofón puede hacernos entrever igualmente otro mundo?"
Más allá de la "ocurrencia", se ve que era de la misma opinión que muchos otros melómanos que minusvaloran - o, directamente, desprecian -, al grito de "las letras, para los que no entienden la música", todo lo que no sea estrictamente "musical". Como si las palabras, cuando son las adecuadas, carecieran de esa cualidad.
Günther Kieser. Cartel con corneta para el Jazz Festival Frankfurt. 1978.
Pero puestos a despreciar, pocos tan radicales como el propio Platón, que propuso expulsar de la República a los poetas, mientras consideraba a la música esencial para la formación de los jóvenes en el camino hacia la virtud y la belleza. Y dentro de la música, en pie de igualdad con la armonía y por encima del número (el ritmo, diríamos hoy), las palabras.
Paul Colin. Cartel. París, circa 1930.
Aunque no fuera más que por el placer de escuchar a algunos extraordinarios cantantes ha de considerarse un acierto la productiva mezcla de música y palabras que llamamos canción, inagotable fórmula de éxito.
Sirva como muestra este Fine and Mellow, escrito y cantado por Billie Holiday y acompañado no por uno sino por cuatro saxos (Coleman Hawkins, Lester Young, Ben Webster y Gerry Mulligan) entre otros portentosos maestros. La canción, de 1939, ya denunciaba un tema tan clásico como vergonzoso: la violencia doméstica, más o menos consentida.
Jim Marshal. John Coltrane tocando el saxo soprano. Circa 1960.
Las letras también nos desvelan "otros mundos". Como Platón. Como Cioran. Como John Coltrane.
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