lunes, 2 de noviembre de 2015

John Berg, director de arte

John Berg fotografiado con una reproducción de la portada de Born to run, hecha en 1975 a partir de una foto de Eric Meola.
Ha   muerto John Berg, la persona que, como “director de arte”, coordinó la imagen de más de cinco mil producciones discográficas de Columbia-CBS entre 1961 y 1985, una época crucial para la música y para la forma de venderla.
El equipo de John Berg en los años más fecundos, los últimos sesenta.


Un   “director de arte” es un creador que renuncia a su estilo propio para formar un equipo pluridisciplinar con el que dar la solución idónea para cada proyecto que se le encomienda, atendiendo sus singularidades y desarrollando el subyacente concepto original. Es quien selecciona y plasma la idea más acorde con el producto a difundir, y, en ese sentido, John Berg acertó reiteradamente y “llenó nuestra cabeza de rock” (y de muchas otras músicas). 
Cartel de Milton Glaser incluido en el primer disco de grandes éxitos de Bob Dylan. 1967.
Por  su equipo pasaron, entre muchos otros,  Richard Avedon, Milton Glaser, Jerry Schatzberg, Tomi Ungarer, W. Eugene Smith y Robert Crumb (que, tras dibujar la portada del Cheap Thrills de Janis Joplin, se negó a cobrar porque “no quería el sucio dinero de la Columbia”). 


Renovó  las tipografías, recurrió a imágenes controvertidas y provocadoras, hizo las primeras portadas desplegables, organizó los contenidos informativos como si de un libro se tratara, incluyó dentro de las carpetas posters y memorabilia para los fans e inventó otras muchas cosas que hasta entonces no se habían visto y luego se generalizaron como lo más natural. Por ejemplo, las portadas verticales como la de Blonde on blonde, con una foto “movida” porque fotógrafo (Schatzgerg) y cantante (Dylan) temblaban en el helador febrero neoyorquino de 1966.

Sobre  la famosa portada del Born to run, se cuenta que la intención de Bruce Springsteen era recurrir a una foto bastante convencional (“como de solapa de libro de John Updike”, según la certera puñalada de Berg) y que el Boss sólo aceptó a regañadientes la propuesta basada en una foto de Eric Meola, demostrando que va mucho mejor de oído que de vista.
Su   trabajo “colectivo” fue muy reconocido e influyente, y aceptó los plagios como el mejor de los elogios (“la imitación es la forma más sincera de halago”, dijo, haciendo gala de su cínico espíritu deportivo).
Uno  de sus productos más premiados fue la imagen y tipografía del grupo Chicago, y especialmente su décimo disco, de 1976, reproduciendo una tableta de chocolate. Un año después, en España y en la misma casa de discos, salía el esplendoroso Veneno (de Kiko Veneno y los hermanos Amador), tan revulsivo en su momento y plenamente vigente todavía.
No sé si las portadas (la original y la que hubo que hacer a toda prisa por imposición de la censura postfranquista) son un homenaje a Berg o, simplemente, el fruto espontáneo inducido por las sustancias que flotaban en el aire. En cualquier caso, también fueron excelentes.

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