Como sabes, improbable visitante, querido lector, para acometer mis obras soy decidido partidario de los materiales desechados y de los hallazgos fortuitos que me salen al paso, y los humildes trabajos que de ello van saliendo los encuentro tanto más satisfactorios cuanta menos elaboración necesiten, y plenamente felices si se resuelven a través de la mera acumulación o el ensamblaje simple.
Entre la multiplicidad de posibilidades que me brindan estos variadísimos residuos, quizá la más amplia y agradecida sea la que aportan las cápsulas de precinto de las botellas de vino por los valores plásticos que atesoran, tales como las mejores cualidades de los colores, su luminosidad, la variedad de tono, la intensidad, la capacidad de matiz, su tersura o rugosidad, su flexibilidad, y tantas otras que las hacen idóneas para aguantar el paso del tiempo sin alteraciones y para interactuar con otros materiales. Hasta ahora he presentado en miracomosuena lo que llamo "campos de color", en los que, más o menos azarosamente acumuladas sobre el humilde soporte de un cartón, aportan al conjunto la información transparente de una ventana, el reflejo mágico de un espejo o el misterio de una vidriera. O lo que el espectador les quiera añadir.
F.G. Campos de color. Collages de objetos encontrados. Fragmento. Exposición "lo que me mira". Galería La Lonja. Fotografía de Gabriel Santolaya. |
Hoy te presento tres almiares que preparé para mi exposición "las horas de luz" en el EspacioArteVACA, de Viniegra de Abajo. Como sabes, son pajares construidos al aire libre para amontonar y conservar hierba o paja, y crecen en torno a un eje vertical que los estabiliza durante el año que va entre una cosecha y la siguiente.
En la historia del arte son especialmente conocidos y valorados (tanto como sus catedrales) los almiares de Giverny que pintó Claude Monet y que sirvieron de estimulante referencia para muchos artistas minimal, porque son construcciones idóneas para ver en ellas, en el incansable dinamismo de sus reflejos, los constantes cambios de la luz.Además de sus valores etnográficos y económicos dentro de las culturas agrícolas de medio mundo, reconozco y valoro en ellos la belleza de sus volúmenes que varían diariamente por el consumo ganadero, y por las delicadas luces y sombras que propician los materiales de los que están hechos. Mis almiares acumulan láminas de cápsulas que me aportan los amigos (bebedores generosos), y las organizo en torno a un eje vertical (unas veces un pincho de facturas y albaranes de oficina siniestra, otras agujas de hacer punto ya cesantes) en un giro helicoidal que vi hacer por primera vez a toda mi familia paterna en la era de la casa de mi abuela, en la Galicia profunda y querida. En algunos casos ofrezco a la vista el lado colorista del plomo estampado, jugando con su variedad y contraste, y en otras presento su brillante reverso plateado, uniforme pero rico en irisaciones vibrantes.Los tres almiares los podrás ver durante una temporada en la vitrina de acceso a Castroviejo Librero, en Logroño, dentro de la exposición que allí renuevo aproximadamente cada mes y que ya ha llegado a su vigesimoséptima entrega. La exposición nació y creció sin título genérico, y estoy pensando que quizá debiera llamarse "a la altura de los ojos y a pie de calle", porque de eso es de lo que se trata. Ya iremos viendo.
Precioso escaparate para San Mateo!!
ResponderEliminarViva el vino!
Santos bebedores
ResponderEliminarGanas de comerme el pequeño de colores
ResponderEliminarComo poco, indigesto. Seguramente, tóxico. Mejor comérselo con los ojos.
Eliminar