"Nuestra emigración se divide en tres corrientes; incluso en cuatro: la política, la económica, la artística y la aventurera.
Los emigrados políticos se encuentran bastante bien aquí. Sobre todo los que disfrutan de una buena capacitación profesional. Por ejemplo, médicos, ingenieros, científicos reconocidos, artesanos cualificados. Porque la disidencia no es una profesión.
Es gente que aspiraba a la libertad y que la ha conseguido.
Pero la libertad tampoco es una profesión. Por eso es deseable tener una buena capacitación profesional.
La gente del exilio económico tampoco se queja. Suspiraban por bienes materiales. Hablando sin circunloquios, querían vivir mejor. Olvidarse de la pobreza, de los macarrones trenzados con sabor a cordel, de las chaquetas rígidas como el contrachapado, del alcohol venenoso…(...)
La gente deseaba tener una vida normal, viajar, comer fruta y ver la televisión en color.
Un piso individual con un cuarto de baño ya se consideraba un logro.
Y en resumen, se han salido con la suya. Muchos se colocaron bastante pronto en un trabajo duro y bien pagado. Por ejemplo, se pusieron al volante de un taxi. Los más decididos abrieron sus propias empresas.(...)
Los «aventureros» son gente siempre descontenta. Vinieron a dar en América por casualidad. El uno discutió con su mujer y se marchó. Al otro le entraron ganas de escuchar a Dizzy Gillespie. O bien, es un suponer, de escupir al Hudson desde un rascacielos.
Todo lo cual es factible. Pero hay que trabajar también. Aquello fue una auténtica sorpresa para muchos. Menos mal que en América se puede parasitar al Estado. Así que la mayoría de los «aventureros» viven del subsidio… Del welfare…
Mis amigos y yo pertenecemos al exilio artístico. Somos gente con inclinaciones creativas: escritores, artistas, redactores, críticos de arte, periodistas. Nos fuimos buscando libertad de creación. Y los hay que han obrado en consecuencia. Aunque no todos. Si se concede libertad de creación a un gallo, todo lo que hará será seguir entonando su quiquiriquí.
Las estamos pasando putas, esa es la verdad. En la mayoría de los casos, no dominamos el inglés. Naturalmente, no queremos cambiar de profesión. Cobrar el subsidio nos parece una indignidad. (...)
Somos unos fracasados. Y eso que muchos eran famosos antes de venir. Por ejemplo, Érik Baskin.
Baskin era un conocido periodista deportivo. Redactor de la revista Hockey y Fútbol. Fútbol y hockey son entre los soviéticos sustitutivos de religión y cultura. En lo que toca a desencadenar emociones, el único rival del hockey es el alcohol.
Cuando Baskin iba a dar conferencias a Járkov o a Cheliábinsk, las fábricas de tractores paraban. El turno de noche abandonaba las empresas.
Baskin emigró porque tuvo una bronca con un influyente instructor del Comité Central. La bronca tuvo motivación ideológica. Dado que el deporte, entre nosotros, es un fenómeno ideológico. Y en uno de sus reportajes Érik había colmado de elogios a los jugadores de hockey canadienses. Así que, tras una poco agradable conversación en el Comité Central, lo destituyeron.
Al despedirse, el instructor le dijo:
—Quiero pedirle algo. Explíqueles a sus colegas que se va de la redacción por razones de salud. ¿Entiende lo que le digo?
Baskin respondió:
—¡Camarada instructor! Póngase en mi situación. Supongamos que su mujer lo hubiera engañado. Y que después le hubiese contagiado una gonorrea… Va usted y pide el divorcio. Y su mujer le hace este ruego: «Vasia, explícales a tus colegas que nos divorciamos porque eres impotente».
Verde de rabia, el instructor le señaló a Baskin la puerta…
Vília Móker era empleado de la televisión de Leningrado. No puede decirse que fuera una estrella, pero por la calle lo reconocían. Se marchó porque era judío y no soportaba el antisemitismo. Si oía la palabra «judío» era capaz de llegar a las manos. Tenía la convicción de que «judío» era un insulto…
Drozdov trabajaba en la sección de propaganda de una revista juvenil, Cambio. Y propaganda, como es sabido, se hace de cualquier cosa. Del luminoso porvenir del comunismo y de las tripas de ganso de aspecto radioactivo, de las obras del pintor Nalbandián y de las fétidas botas de goma…
Ese fue el probable origen de su ligera carencia de escrúpulos.
Me acuerdo del director de Cambio refiriéndose a él:
—Este hace reverencias hasta con el culo…
Nunca he sabido por qué se marchó Drozdov.
Desde luego, no pudo ser por motivos políticos. Corrían rumores de que huía de una pensión alimenticia. No lo sé.
Era un individuo trabajador y competente. Es lo único que importa.
Mi caso ya lo he contado en el primero de estos dos libros.
La cuestión es: ¿qué falta hacíamos nosotros en América?…"
Serguéi Dovlátov. Oficio. Traducción de Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea. Ed. Fulgencio Pimentel. Logroño, 2018.Reciente edición rusa de las obras de Dovlátov. |
Ya en la segunda línea de su novela Oficio, Serguéi Dovlátov
se autodefine como literato fracasado que arrastra una peripecia vital de lo
más convencional; un sujeto sano, afortunado, generalmente querido por su
entorno y con cierta habilidad para ganarse la vida medianamente bien. Seguro
que exageraba, pero son unos mimbres poco prometedores desde un punto de vista
dramático. Pero si Dovlátov cuenta su “biografía artística” la cosa cambia, y
se pone en pie una apasionante serie de andanzas y vicisitudes tan chocante
como entretenida en la que el autor-protagonista lucha, contra viento y marea, por
conseguir ver publicada su ingente obra, a fin de poder disfrutar de su derecho
inalienable “a la inmortalidad o al fracaso.”
Dovlátov. |
Dovlátov nos recuerda y demuestra, citando a Pushkin, que
“hay más pesadilla en la vida que en cualquier ficción”, y hace de sí mismo su
principal personaje, con mucho de entrañable parodia sobre su oficio de
prolífico escritor inédito, contándolo todo, según sus palabras, “de manera confusa, prolija e inarticulada”,
opinión no compartida por los censores que, pese a no recomendar su
publicación, valoraban con buen ojo crítico que “Dovlátov sabe escribir. Su
lenguaje es vivo y enérgico, de trazo incisivo y fácilmente memorizable. Se
enfrenta a complejas experiencias psicológicas y sabe describirlas. Los
diálogos a menudo exhiben no solo fuerza expresiva, sino también un pensamiento
bien organizado. En general, abundan las observaciones psicológicas
interesantes, formuladas con fuerza y gracia. Podríamos decir, por expresarlo
con solemnidad, que echa luz sobre las profundidades del corazón humano y sobre
las relaciones entre los seres…”
Dovlátov en uno de sus hábitats preferidos: la redacción de un periódico. |
La epopeya de la voluntad que se nos cuenta en Oficio se construye en dos bloques, como
le geopolítica de su época: el de la omnipresente censura burocratizada del “país
de los soviets”, y el que se corresponde con la fase de perplejo desconcierto
que sufre tras su exilio en el “mundo libre”. Una novela doble constantemente
reescrita según cuentan, que salió a la luz con nuestro héroe ya afincado en
Nueva York (empezando a disfrutar de una vida de reconocimiento crítico y
profesional que le duró muy poco), con la estructura de un atractivo collage en
el que se acumulan anécdotas, sucedidos, ocurrencias, iluminaciones y
personajes singulares, un riquísimo colorido local que ha encontrado en el
trabajo de traducción de Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea a sus mejores cómplices, porque el resultado
suena de maravilla, fresco y directo, tan vivo como recién escrito.
Siendo tan ruso, Dovlátov, tan ensimismado, tan moralista, tan reflexivo, tan atropellado por los prontos, tan socarrón, tan interesado por el pormenor, tan dado a la digresión, tan autodestructivo, me resulta muy español (sea eso lo que sea, y en el buen sentido de la palabra). Y plenamente contemporáneo.
Es muy de agradecer el notable esfuerzo que hace la editorial Fulgencio Pimentel por difundir la obra de Dovlátov entre nosotros (tras haber publicado el año pasado la excelente Retiro prevé continuar con otros títulos) donde merece entusiasta reconocimiento general. Que, al menos por una vez, la fortuna corone tan excelente trabajo.
Siendo tan ruso, Dovlátov, tan ensimismado, tan moralista, tan reflexivo, tan atropellado por los prontos, tan socarrón, tan interesado por el pormenor, tan dado a la digresión, tan autodestructivo, me resulta muy español (sea eso lo que sea, y en el buen sentido de la palabra). Y plenamente contemporáneo.
Es muy de agradecer el notable esfuerzo que hace la editorial Fulgencio Pimentel por difundir la obra de Dovlátov entre nosotros (tras haber publicado el año pasado la excelente Retiro prevé continuar con otros títulos) donde merece entusiasta reconocimiento general. Que, al menos por una vez, la fortuna corone tan excelente trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario