Pedro Casablanc Yo, Feuerbach. Foto de Martí E. Berenguer. |
Por sorprendente que parezca no hay dos silencios iguales, y pocos tan intensos y emocionantes como los que se escuchan de vez en cuando en los teatros.
No hace mucho el actor Pedro Casablanc produjo uno especialmente hermoso en el teatro de mi ciudad hablando precisamente de teatro en la función Yo, Feuerbach, de Tankred Dorst, adaptada y traducida por Jordi Casanovas. Decía, entre muchas otras, verdades como esta:
Frederic Amat. |
(…) La gente piensa que solo en la naturaleza, en la soledad
de la naturaleza, se experimenta el silencio total. En el desierto. Yo conozco
el desierto: he atravesado la arena profunda que a cada paso se vuelve a cerrar
sobre el tobillo, y he sentido la tentación de seguir caminando y caminando, cada
vez más lejos, sin pararme,… Pero ese silencio sepulcral también existe en el teatro. A
veces incluso durante una función totalmente intrascendente. En la sala hay mil
espectadores, mil o más. El actor hace un gesto con la mano, acaba de decir una
frase, una mirada, una pausa… y súbitamente se establece el gran silencio,…
como el que acompaña al goteo del agua en las cavernas profundas… Un silencio
que paraliza las emociones. Mil espectadores en la sala oscura… y es el instante en que de alguna manera se
anula el tiempo. (…)
Y esas situaciones tangentes con la maravilla, por increíble que parezca, suceden ante nuestros ojos con cierta frecuencia.
Solo hace falta un buen texto, un gran actor (convertido en reinventor de palabras) y un público dispuesto a escuchar.
Frederic Amat. |
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