lunes, 1 de febrero de 2016

Luis “el Zambo” cantó gitano

El cantaor Luis Fernández Soto, “el Zambo”.
Asistiendo a un concierto de Luis Fernández Soto, “el Zambo”, te puedes hacer una idea cabal de lo que le contaba su ilustre antepasada Tía Anita “La Piriñaca” al poeta José Manuel Caballero Bonald: “cuando canto a gusto me sabe la boca a sangre.” Hablamos de un cante antiguo, emocionado y dolorido, en el que tienen la misma importancia lo que se cuenta y cómo se canta, recreando un patrimonio racial y familiar (lleno de dinastías con sus propias peculiaridades), una memoria negra de marginación y fatigas aprendidas siempre de primera mano, de unos ancestros que reaparecen cuando se les invoca y cuando se les recuerda, cuando se “canta gitano”.

Grupo de gitanos andaluces. 1862. (Probablemente la primera fotografía de gitanos).

Luis “el Zambo” demostró en Logroño desde el principio ganas de agradar y ejercitó, generoso, su natural sociabilidad. El concierto, que fue creciendo en ritmo y sintonía con el público, empezó con unas tonás (“Y a aquel que le pareciere / que mis penas no son ná, / siquiera por un ratito / se pusiera en mi lugar”), tan convencido de la sinceridad de su mensaje que repitió la estrofa para cerrar, no fuera a ser que no quedase clara la intención. Continuó por levante, con dos tarantas “geográficas”, muy contrastadas, alardeando de sus cualidades melismáticas de gran cantaor. Después, unas excelentes bulerías por soleá “pa escuchar”, llenas de quebrantos y desengaños, gustándose, muy flexible y arriesgado, demostrando que quien sabe puede hacer una fiesta hasta del mayor duelo. Tras el precioso arranque de guitarra de las malagueñas, lleno de lirismo (que le sirvió para jalear a su compañero con un sorprendente “Viva España, señores”), las bordó de manera magistral, haciéndolas trágicas, llenas de sentimiento, incluyendo esa preciosidad dedicada al jardín de Venus y la lis morena. Luego, seguiriyas de negro quejío, dolientes, muy jondas, luciendo su vibrante versatilidad. Una soleá “a mi aire, porque aire es lo que hace falta”, todo compás, muy jerezano, contándonos sus afanes y las duquelas que ha tenido que pasar: “Chiquito mío, / pa verme como me veo / más vale no haber nacío.” Siguieron unos tientos muy pausados, muy flamencos, acabados en unas coletillas por tangos llenas de gracia, con preciosas letras de hondo sabor popular, y unas bulerías festeras llenas de chispa, con estrofas cómplices y un compás trotero ideal para el baile. Tras lo que parecía una inesperada despedida reapareció y nos cantó fenomenalmente tres fandangos personales que sirvieron de orgullosa (a la vez que humilde) rúbrica: “Mejor que yo habrá quien cante, / pero más gitano, no. / A mí me ha parido una gitana / y de la calle Cantarería, / que Eduarda Soto se llama.”, y un recado final al respetable, solicitando, como los maestros de las antiguas farsas, su prudente juicio benévolo: “criticando a los demás mucha gente se divierte / yo no he criticado a nadie / y no pienso criticar / porque yo vivo a mi aire.”

Luis "el Zambo", con Miguel Salado a la guitarra.
Le acompañó, creativo y versátil, Miguel Salado, también jerezano y curtido al lado de lo mejor de la amplia nómina de cantaores de su tierra, derrochando soniquete y compás. Estuvo especialmente brillante en las bulerías por soleá, las malagueñas, los tientos y en las seguiriyas, en las que recibió la ovación espontánea del respetable tras la segunda falseta.
Luis "el Zambo" fotografiado por Paco Sánchez.
Los asistentes al concierto de Luis “el Zambo” en Logroño pudimos escuchar el eco primitivo de ese cante difícil, hermético, refractario a lo nuevo, a la moda, a lo externo, recocido en el puchero de la ortodoxia al que raramente acceden los ajenos al selecto círculo del clan. Un raro privilegio que disfrutamos como tal.


Luis "el Zambo"
Guitarra: Miguel Salado
Salón de Columnas del Teatro Bretón
Logroño
28 de enero de 2016

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