lunes, 22 de mayo de 2023

El bodegón del vidrio roto

F.G. Escaparate de Castroviejo Librero con el Bodegón del vidrio roto. 05.2023.
Para la exposición que titulé "lo que me mira", en la Galería La Lonja, de Logroño, construí cinco pequeños bodegones, ensamblajes de objetos encontrados que repetían, ampliándola, una de las constantes de mi trabajo: el formato de 31,5 x 31,5 cm, (ya sabes, el tamaño de las portadas de los discos de vinilo), que, en aquella ocasión, para "conquistar el espacio", se amplíaba perpendicularmente en su base otros veinte centímetros, sobre los que se montaba el retablillo de los dispares materiales.
F.G. Bodegón del vidrio roto. 2021.
Para la entrega número treinta y cinco de mi exposición a la altura de los ojos y a pie de calle, en la privilegiada vitrina-observatorio de acceso a Castroviejo Librero, en la Plaza del Mercado, de Logroño, junto al Pasaje de Los Leones, he elegido el que denomino "bodegón del vidrio roto", que, al contrario que los otros cuatro de la serie (homenajes a otros tantos artistas admirables mediante el ensamblaje de objetos encontrados) tiene un aire y una historia mucho más doméstica, y es una "cura de urgencia" para un recipiente de cristal veneciano, muy querido por la familia, que falleció tras corto vuelo en un accidente casero. 
El nombre se refiere, como intuyes, a un famoso "gran vidrio" roto, (este víctima del transporte), luego consolidado por su influyente autor, Marcel Duchamp, que, convirtiendo el azar en acto creativo, consideró que con esa incidencia fortuita podía dar por terminada la obra a la que había dedicado ocho años, y vendérsela al Museo de Arte de Filadelfia, que ha hecho de ella uno de los emblemas de su selecta colección.
Tras la "inmovilización" de la fractura el bodegón ha perdido su utilidad práctica, pero derrocha luminosidad cambiante y da que pensar sobre la fugacidad de los bienes materiales, en la tradición de las vanitas barrocas.
El prisma acristalado de la libreria se enriquece con dos catálogos de extraordinarias fotógrafas: uno de Jane Clifford que recoge las cincuenta y cinco fotografías que tomó en 1863 del llamado "Tesoro del Delfín", singular colección de objetos de cristal de roca y piedras duras conservada en el Museo del Prado, y otro sobre los reportajes de moda que realizó Joana Biarnés entre 1962 y 1972, tan divertidos como elocuentes sobre la realidad española (qué país, qué paisaje y qué paisanaje, que diría Unamuno), y titulada, dando en la diana, "Moda a pie de calle". 
Buenísimas compañías. Lo mires por donde lo mires.

1 comentario:

  1. El kintsugi es un antiguo arte japonés que consiste en recomponer piezas de cerámica y arreglar fracturas resaltando las grietas con barniz de resina mezclado con oro o plata, y que parte de una filosofía que considera que las roturas son parte de la historia de un objeto y que no deben esconderse, sino mostrarse con orgullo. Massimo Recalcati construye una bella analogía con ella en Retén el beso para hablar del perdón: «En el arte del kintsugi vemos en acto una operación extraordinaria: el jarrón sigue siendo el de antes por más que ya no sea el de antes. Ha cambiado de imagen, es otro jarrón, y sin embargo está construido sobre los restos del jarrón roto. (...) En este sentido, la experiencia del perdón es una experiencia de resurrección. (...) Gracias al perdón, la pérdida y la muerte del amor no son la última palabra sobre el amor: el perdón permite que el amor empiece de nuevo, al igual que una vida que se creía muerta renace de nuevo».

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