“Te hablo con conocimiento de causa”, le resume (en el marco de una larga serie de consideraciones tan autocomplacientes como perdonavidas) una señora a su perro de compañía, que, por tenerla ya muy oída o bien por ser de opinión diferente o quizá por ser de naturaleza asilvestrada y disidente, parece que no está por la labor de hacerle caso alguno ni sobre ese particular ni sobre cualquier otro, y opta por seguir ladrándole al mundo.
GUAU!
ResponderEliminar¿Quién ladra más?
ResponderEliminarPreciosos “collages” de Elliott Erwitt. Ensamblajes ruidosos.
ResponderEliminar