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| György Faludy en 1994. Foto de Szebeni András. | 
Recientemente, las editoriales Fulgencio Pimentel y Pepitas de calabaza han dado a la luz Días felices en el infierno, memorias de quince años de la atropellada vida del poeta húngaro György Faludy traducidas al castellano por Alfonso Martínez Galilea. 
 
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| Camisa de la portada del libro, que reproduce un cartel de Pál Markovics para el Frente Popular húngaro. 1949. | 
 
A Faludy le tocó vivir y fue víctima de una "época interesante", en la que fue arrollado por varias apisonadoras totalitarias y mantuvo una vitalidad a prueba de exilio y campo de concentración, quizá forjada en su devoción por François Villon y en sus acendradas virtudes cosmopolitas (don de lenguas, cultivo provechoso del desarraigo y disfrute alegre de la diversidad afectiva).
En la presentación del libro, Alfonso Martínez Galilea leyó (tan bien como siempre) este hermoso poema:
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| André Kertész. Esztergom. (Hungría). 1915. | 
"Aprende de 
memoria este poema mío;
los libros 
solo duran un suspiro
y este será 
requisado por los guardias fronterizos húngaros,
lo quemarán 
en la hoguera, lo cubrirán de cicatrices,
la 
biblioteca lo dará por perdido, será 
desencuadernado,
el papel 
desecado, cuarteado, crujido, 
comido por 
los gusanos, desmigado hasta convertirse en polvo,
tostado 
lentamente hasta entrar por sí mismo en combustión
cuando 
lleguemos trepando por Fahrenheit
hasta 451, 
porque esa será la temperatura
que alcance 
tu aldea al arder.
Aprende de 
memoria este poema mío.
Aprende de 
memoria este poema mío.
Pronto los 
libros habrán desaparecido y descubrirás
que ya no 
hay versos ni poetas
ni gasolina 
para el coche o el autobús
–ni siquiera 
para el coche fúnebre–,
ni cerveza 
para darte ánimos hasta acabar doblado;
las tiendas 
de licor habrán sido demolidas o clausuradas,
el dinero 
solo servirá para ser arrojado a la basura,
a medida que 
se acerque el día
en que la 
televisión proyecte incesantemente
rayos 
mortales en lugar de filmes de éxito
y no habrá 
un alma a quien tender la mano
y todo se 
hallará ante su fin
salvo 
aquello que guardes en el interior de tu mente,
de modo que 
haz un hueco allí para estas líneas
y aprende de 
memoria este poema mío.
Aprende de 
memoria este poema mío;
recítalo 
cuando las mareas corruptas
desborden 
los cauces apestando a lejía,
cuando el 
vómito de la industria se extienda
cubriendo 
cada palmo de terreno,
cuando hayan 
asesinado cada lago y cada estanque,
la 
Destrucción encorvada sobre su cayado,
las hojas negras y 
podridas en sus ramas; cuando la plaga
hirviente 
oprima con sus gárgaras la garganta de la 
Primavera
y la brisa 
del crepúsculo no sea sino veneno, ponte
tu máscara 
de gas y línea
a línea 
declama este poema mío.
Aprende de 
memoria este poema mío
de manera 
que, incluso muerto, todavía pueda ver el día
en que 
privado de luz, de agua y gas
no puedas 
conservar ya tu casa,
y dando 
tumbos en busca de una cueva,
en busca de 
nueces, de bayas, de raíces para sobrevivir,
consigas un 
garrote, encuentres un manantial,
un trozo de 
tierra y, si acaso tiene dueño,
lo mates y 
te comas el cadáver.
Acompañaré 
tus pasos vacilantes
por entre 
las duelas y los escombros
susurrándote: "Estás muerto, estás acabado.
¿Adónde 
irás? El alma se heló en tu pecho
cuando 
abandonaste tu hogar".
Aprende de 
memoria este poema mío.
Tal vez allá 
arriba, en la tierra,
no quede 
nada y tú, adentro,
en lo 
profundo de tu búnker, te preguntes cuánto falta
hasta que el 
aire envenenado acabe filtrándose
a través de 
las sucesivas capas de plomo y hormigón. ¿Pudo
algo haber 
tenido sentido para el Hombre
si es así 
como debe acabar la cosa?
¿Qué 
palabras de consuelo puedo enviarte?
¿Habré de 
admitir que has llenado mi mente
durante 
incontables años, a través de la ciega
y opresiva 
oscuridad, a través de la luz amarga,
y que, 
aunque partí hace mucho, mis ojos
antiguos y 
heridos te observan todavía?
¿Qué más me 
resta por decirte
a ti, que, 
enfrentado a los designios del tiempo,
no 
encontrarás útiles ni la vida ni el tiempo?
Será mejor 
que olvides este poema mío."
György Faludy. Aprende de memoria este poema mio (versión inédita de César Sánchez, que prepara la publicación de la poesía de Faludy en su editorial, Fulgencio Pimentel).
 
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| André Kertész. Circus Budapest. 1920. | 
 
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| André Kertész. Esztergom. (Hungría). 1917. |