jueves, 31 de octubre de 2013

Lou Reed. Fundido a negro

Lou Reed. Portada de Rock n roll animal. Foto: Dalrymple. 1974.

Ha muerto Lou Reed, y los comentarios de los abundantes hagiógrafos más o menos espontáneos son de un baboso que pareciera que, si han conocido sus discos, no hubieran entendido ni aprendido nada de ellos ni del personaje. La misma nata de siempre. Santo súbito.
Los fans son admirables en cualquier circunstancia, pero como comentaristas de la obra que preside su altarcillo particular son tan patéticos los que adoran al diablo como los que adoran a dios.
Y cuanto más de oídas hablen, peor. En fin, ya se les pasará con la edad.
Al equipo de miracomosuena también le gusta Lou Reed. Más el músico que el personaje, a menudo impostado y demasiadas veces impostor.
Traemos tres muestras de sus generosas colaboraciones en proyectos musicales ajenos, en los que demostró criterio y derrochó talento, como solía.
La primera, una versión del One for my baby (and one more for the road), el standard de Harold Harlem y Johnny Mercer que el que fuera su contrabajista de cabecera, Rob Wasserman, incluyó en el disco Duets.


One for my baby (and one more for the road). 1988.


La segunda es una versión perfecta del September song de Kurt Weill, arreglada por Lou para un proyecto cinematográfico del que surgió el disco homónimo supervisado por otro grande, Hal Willner.


September song. 1997.

Y la tercera, una canción tradicional de marineros, Leave her Johnny, de la primera entrega del Rogue´s gallery (Pirate ballads, sea songs & chanteys), producido por Hal Willner y donde se puede escuchar la singular voz de Antony.


Leave her Johnny. 2006.

Gerhard Richter. 28.2.86.

Fade out.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Otra tunda de zaranda

Ha vuelto por Logroño, como cada cierto tiempo desde hace mucho, La Zaranda (el Teatro Inestable de Andalucía La Baja).
Ilustración de Andrew Polushkin para el cartel de El Régimen del Pienso.
El DRAE nos aclara el origen y significado de tan inusual palabra, al menos por estas latitudes (salvo en la construcción, donde los grandes tamices metálicos con los que se seleccionan los áridos por su dimensión se suelen llamar así). Zaranda vendría del árabe hispano sarand, y este del persa sarand, cedazo. Sus acepciones son: Criba; cedazo rectangular con fondo de red de tomiza, que se emplea en los lagares para separar los escobajos de la casca; pasador de metal que se usa para colar la jalea y otros dulces; trompa (trompo hueco que zumba).
La tomiza mencionada es una cuerda de esparto, y separar los escobajos de la casca vendría a ser discernir entre la raspa y los hollejos de la uva.
De ahí, obviamente, provienen zarandear y zarandaja.
La Zaranda. El Régimen del Pienso. Foto de Víctor Iglesias.

Qué bien elegido está el nombre, con su rítmica eufonía, tan lleno de sugerencias y misterio, y con un origen tan remoto. Compartimos un hermoso idioma, estación de destino (provisional, al menos) de preciosas palabras de lejanas y antiguas procedencias. Un idioma minusvalorado por sus usuarios, que, en general, lo reducimos a la pobreza de clichés, modismos y latiguillos, sin hacernos dignos de tan rica herencia.
Está muy bien elegido tal nombre para un grupo de teatro que se dedica desde hace treinta y cinco años a cernir la vida y el lenguaje, a separar de lo bruto lo significativo y, a partir de ello, construir, seguir construyendo: dramaturgia, conocimiento reflexivo, imágenes poderosas, vida. Es una excelente forma de enriquecer nuestro patrimonio común, aunque el material esencial de esa poética provenga de la más sórdida cotidianeidad.
                                                          La Zaranda. El Régimen del Pienso. Foto de Víctor Iglesias.

Su nuevo espectáculo es El Régimen del Pienso, y, como en el anterior (Nadie lo quiere creer, con el esclarecedor subtítulo La patria de los espectros), sin dejar de ser perfectamente fieles a su larga e inconfundible trayectoria "esencialista", introducen algunos aspectos que lo hacen diferente y hasta chocante para su público habitual. En ambos espectáculos el texto dramático está mucho más elaborado, tiene mayor protagonismo (se aprecia más una autoría personal, la de Eusebio Calonge, a pesar de la forma de trabajo colectiva) y su desarrollo es más fácil de seguir por el auditorio, con unos componentes cómicos (no necesariamente patéticos, como era habitual) que lo hacen viable en un circuito más amplio que el que disfrutaba de sus desoladas aproximaciones a los restos de naufragios.
                                                           La Zaranda. El Régimen del Pienso. Foto de Víctor Iglesias.

Sin llegar, como en el anterior, a las proximidades del sainete, lo esperpéntico de personajes y situaciones se humaniza con recursos dramáticos muy logrados, como repeticiones, salmodias, chascarrillos y frases lapidarias, y nos recuerda (y revive) los desastres familiares y laborales de cada cual. Así, el patio de butacas, poblado de sujetos de mediana edad ya corridos por la vida, ríe (y tiembla) viendo las miserias de la estabulación administrativa, tan bien descrita y resuelta, como una metáfora precisa y cruel de nuestra vida social, analizada con la frialdad y precisión de una autopsia. Unos se verán reflejados en el cesante, otros en el ascendente, o en el analista o en el expectante, pero todos acaban por entender lo triste que resulta cifrar todas las esperanzas de nuestra vida en "llegar sanos al matadero".
La Zaranda. El Régimen del Pienso. Foto de Víctor Iglesias.


La escenografía y el tratamiento dramático siguen siendo tan sencillos, humildes, eficaces, versátiles y brillantes como siempre, y, sobre todo, la luz, una luz maravillosa que congela y dignifica, que carga de barroquismo (¿casi de solemnidad?) el desolado ambiente donde la sordidez lo domina todo.
Tan pronto pocilga como archivo, laberinto de pasillos y despachos, vivienda u hospital, y todo a base de estanterías, cajas, flexos, cables, tubos, goteros y cuatro actores extraordinarios. Y, envolviéndolo todo, la luz: precisa, perfecta, dando un volumen relevante a los despojos en presencia, convirtiéndolos en imaginería pasional que casi mueve a la piedad.
La Zaranda. El Régimen del Pienso. Foto de Juan Carlos García.


Siempre ha tenido mucha importancia el sonido en los espectáculos de La Zaranda, más allá de las cantinelas reiterativas como letanías de algunas de sus interpretaciones antológicas, o el ruido producido por el trasiego de cachivaches; pero aquí el abanico se abre y diversifica, y sobre el bajo continuo del coro de cerdos asistimos al concierto de máquinas oficinales (taladradoras, sellos secos, grapadoras, teléfonos, fechadores y demás parafernalia) pautado por composiciones de hondo sabor popular.
La Zaranda. El Régimen del Pienso. Foto de Juan Carlos García.


En fin. Ver a La Zaranda justifica mantener viva la afición al teatro, porque lo que el gran teatro nos puede llegar a ofrecer no se nos da en ninguna otra parte. Arte mayor.
La Zaranda. El Régimen del Pienso. Foto de Víctor García.

martes, 29 de octubre de 2013

¿Mesioye?


Espiar es un vicio recurrente que engancha a quien lo practica.
Louise Bourgeois. 2004.
El querer enterarse de las vidas ajenas es una característica (mala) de los animales sociales.
En castellano existe el esclarecedor término de "escuchapedos" (así, en plural, y todavía no recogido en el DRAE), en el que confluyen naturalmente y de forma expresa emisión y captación de sonidos en unas condiciones organolépticas que vamos a obviar, y que señala, en tonante metáfora, la voluntad abusiva del que invade la intimidad de otro que en el acto pasa a ser víctima de una violación de su espacio acústico (entendido como ámbito privado). 
Lo practican los abusones (los "capacobardes" que cantaba Amancio Prada con palabras de Agustín García Calvo), los chismosos que aspiran a situaciones de ventaja, los cotillas que no tienen suficiente con el famoseo de la tele y las madres que se meten en el facebook de sus hijos fingiendo ser coleguillas coetáneos.


Hartmann Schedel. Crónica de Nuremberg. 1493. Un panotio (personajes con las orejas tan grandes que les servían de abrigo, y entre los que se reclutaban los mejores espías para las Cortes europeas de la época).



Cuando lo practica la autoridad (siempre) y se sabe (pocas veces) nos escandalizamos, pero de forma un tanto hipócrita (salvo que nos afecte personalmente) porque todos somos conscientes de que en los presupuestos de las instituciones democráticas hay sustanciosas partidas que se aprueban públicamente cada año para los nutridos cuerpos profesionales que se dedican a ello a tiempo completo.
Anne Francis con dos espías pretecnológicos. ¡Qué tiempos!
Cuando lo practica un aliado, por muy reconocido que sea su imperialismo sin complejos y aunque (si le pillan) lo quiera justificar como en el chiste del escorpión y la rana porque "está en su naturaleza" (o, cuando te pega alguien que dice quererte, porque "lo hace por tu bien"), es una prueba palmaria para demostrar quién manda, una manera de "marcar el territorio" a distancia (y sin las patrulleras) y advertir urbi et orbe de que te andes con cuidado porque hay un ser supremo que lo sabe todo, "lo pasado, lo presente, lo futuro y hasta los más ocultos pensamientos", y que te puede fulminar si te sales de lo conveniente (para él). De paso, amortizará la inversión colocando sus productos en condiciones privilegiadas en los países soberanos (¿?)  espiados. Que corra la bola y que no pare la música...
Erlich en El País digital. 25.10.13.
Lo más gracioso del caso suele ser la cara de perplejidad que se les queda a los "mandatarios" (¿será porque en ese momento se sienten simples mandados?) sorprendidos en su buenismo por los mamporreros electrónicos a las órdenes de quien creían su amigo del alma, y con el que aspiraban a quedar una tarde para hacer un mundo mejor y más libre.
Don Adams como Maxwell Smart, el superagente 86. ¿Te suena? Fíjate bien.
Aunque lo peor de todo tiene que ser el penoso sentimiento de irrelevancia que se les quedará a quienes "no les consta" si son o no son chuleados por el gran hermano aliado. 
Algo tan frustrante como no tener un dossier a tu nombre en la mesa del Goebbels de tu pueblo: la evidencia palmaria de que eres un mindundi. Un piltrafilla.

lunes, 28 de octubre de 2013

Soliloquio del Individuo

F.G. Nicanor Parra en la Biblioteca Nacional. Madrid. 05.2013.

"Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos.
Buscar peces, pájaros, buscar leña
(ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
algo de leña para hacer una fogata,
yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
fui a un abismo lleno de aire;
me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
allí también grabé figuras,
grabé un río, búfalos,
grabé una serpiente,
yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
el fuego me molestaba,
quería ver más,
yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
allí encontré lo que necesitaba,
encontré un pueblo salvaje,
una tribu,
yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
figuras grababan en las rocas,
hacían fuego, ¡también hacían fuego!,
yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
contesté que no, que de ahí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
y empecé a trabajar con ella,
empecé a pulirla,
de ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
buscaba peces,
buscaba diferentes cosas,
(yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
los truenos, los relámpagos,
yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol,
llegué a una fuente,
a una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿habéis visto por aquí una tribu,
un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
acompañado por otros seres,
o más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
nubes tal vez,
tal vez veía nubes, veía relámpagos;
a todo esto habían pasado ya varios días,
yo me sentía morir;
inventé unas máquinas,
construí relojes,
armas, vehículos,
yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
apenas tenía tiempo para sembrar,
yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
unas formas,
crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
en una barca que navegó cuarenta días,
cuarenta noches,
yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
vinieron unas guerras,
tipos de color entraron al valle,
pero yo debía seguir adelante,
debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
produje tanagras,
di a luz libros de miles de páginas,
se me hinchó la cara,
construí un fonógrafo,
la máquina de coser,
empezaron a aparecer los primeros automóviles,
yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
muebles, útiles de escritorio,
yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
rutas,
instituciones religiosas pasaron de moda,
buscaban dicha, buscaban felicidad,
yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
a practicar, a practicar idiomas,
idiomas,
yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
sí, miré, qué digo, miré,
para salir de la duda miré.
detrás de unas cortinas,
yo soy el individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
a esa roca que me sirvió de hogar,
y empiece a grabar de nuevo,
de atrás para adelante grabar
el mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido".


Nicanor Parra. Soliloquio del Individuo. De Poemas y antipoemas. Nascimento. Santiago de Chile,1954.

Este fue uno de los poemas que Cristóbal Ugarte, nieto de Nicanor Parra, leyó al público concurrente al acto de entrega del premio Cervantes a su Ilustrísimo abuelo, el 23 de abril de 2012.
Ahora lo podemos escuchar, cuantas veces lo necesitemos, en la voz joven de Nicanor Parra.



La máquina del poeta. Octosílabo. 
Tan importante
Y tan sonora 
Como 
La máquina de coser de mamá. Endecasílabo.

viernes, 25 de octubre de 2013

Los peligros del aire libre

Carlos Rosales. Primer desastre en gris Payne. Acrílico aerografiado. 2012.


Carlos Rosales es alguien a quien le cuadra ser llamado, con toda propiedad, artista. Por seguir paso a paso la definición del DRAE, estudió las artes; ejercita varias de ellas; está dotado de la virtud y disposición necesarias para acometerlas; actúa profesionalmente ante el público en el espectáculo cotidiano de la enseñanza y la gestión de acciones artísticas, propias o ajenas; ejerce con solvencia varios oficios precisos para llevar a la práctica sus ideas y, en alguno de ellos, demuestra suma perfección. 

Carlos Rosales. Segundo desastre en gris Payne. Acrílico aerografiado. 2012.

Además de eso, que es evidente para cualquiera que se fije un poco y que yo puedo afirmar porque le conozco y lo sé, tiene otras muchas cualidades, que cabría considerar como virtudes en estos tiempos ratoneros que sufrimos: es generoso, es valiente y es humilde.
Quizá de esta última virtud, padecida por bastantes de los artistas que merecen tal nombre, le venga la prevención hacia la exhibición pública de los frutos de su trabajo, y puede que de ahí derive el título [Agorafobia] que eligió para una reciente exposición suya en la Sala Amós Salvador, de Logroño. De su muy variado contenido traigo a miracomosuena su serie de seis tornados.

Carlos Rosales. Tercer desastre en gris Payne. Acrílico aerografiado. 2012.

El   controlado hasta la manía, el pequeño mundo cerrado del artista, ha de someterse a la fuerza arbitraria de la naturaleza desbocada una vez que rompe más o menos voluntariamente (y no siempre en las mejores condiciones) la barrera de aislamiento protector del estudio y sale a la intemperie.
Exponer, contra lo que se suele pensar desde fuera, tiene más de examen final que de encuentro placentero con la vida real.
Escuchemos lo que Carlos Rosales nos cuenta acerca de su trabajo, porque a menudo sucede que quien piensa más que habla suele dar luz sobre lo que hace:

Carlos Rosales. Cuarto desastre en gris Payne. Acrílico aerografiado. 2012.
"El viento es el aspecto activo y, a veces, violento del aire. En ocasiones, se convierte en algo verdaderamente destructor. Como en una especie de esquizofrenia, ese elemento considerado como el soplo creador se transforma y, a su paso, logra destruir y desdibujar el paisaje.


Carlos Rosales. Quinto desastre en gris Payne. Acrílico aerografiado. 2012.

En    el confort de mi estudio y ayudándome de un compresor, trato de domesticar ese aire para que arrastre con él la pintura, soplándola con una delicada brisa canalizada a través de los artificios de un aerógrafo sobre el lienzo. El resultado y el objetivo de amansar el viento es, en mi caso, la aparición de una imagen. Una imagen inanimada, como cualquier representación pictórica. Un aire totalmente inofensivo interpretando un tornado intacto para siempre.

Carlos Rosales. Sexto desastre en gris Payne. Acrílico aerografiado. 2012.
Construyo una maqueta de una casa para colocarla junto a la pintura del tornado y, según voy avanzando en la tarea, como un creador esquizofrénico también, compruebo que estoy alumbrando una casa destrozada. Después, me sorprendo de que me cueste mucho más tiempo representar un paisaje que el que emplea un tornado en arruinarlo".


 [Agorafobia]. Detalle de la exposición en la Sala Amós Salvador. Logroño. Foto: JPEG estudio.




El   aire libre, la realidad exterior, "el mundo" y "los otros" no siempre son justos ni miden adecuadamente mérito y esfuerzo. ¿Es esa amenaza, tan real, un motivo suficiente para el desistimiento o la desmoralización? No habría que consentirlo, y hay que persistir en asomarse al exterior. 
El artista, si lo es, tiene también ciertas cualidades de chamán y cabe esperar de él que ejerza de guía en su colectividad, encaminando, conduciendo e ilustrando a otros, y no solo en lo relacionado con el arte y la belleza.
No hay que dejarse dominar por la agorafobia. No está escrito en ninguna parte que el exterior tenga que ser hostil y que lo hayan de administrar la codicia y la ramplonería. 
De eso también nos habla esta hermosa canción de Silvio Rodríguez:



Silvio Rodríguez. Huracán. Segunda cita.
2009. Ojalá Producciones. La Habana.

"Huracán, huracán
Que te llevas el mundo a volar
Huracán, huracán
Que conviertes mi huerto
En campo desierto
Huracán
(...) 
Huracán, huracán
Necesito tratarte y quedar
Huracán no atormentes mi sol
Demasiados celajes oscuros
Soporta el amor 
(...)"

No es el caso de Carlos Rosales el de los dos últimos versos: a Carlos Rosales le quiere todo el mundo, porque se lo merece. Contra viento y marea.

jueves, 24 de octubre de 2013

Un día en las carreras

Jacques Henri Lartigue. Circa 1915.
Antes de que se inventaran las redes sociales, Tommaso Marinetti consiguió ser trending topic al afirmar en el París de 1909, a donde fue para difundir su Manifiesto Futurista con toda la pompa, cacharrería y ruido habitual en este experto en asustar al personal: 

Diego González Ragel. Circuito de Lasarte. 1925.
"Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia".


FIAT S76. "La bestia de Turín".1910.




Para provocar el escándalo hacen falta voluntad, amplificación e inteligencia. La primera condición se da siempre y la segunda a menudo, pero la tercera casi nunca. Por eso cada vez el recorrido de los revuelos es más corto: unas horas en twitter y el aleteo queda ensordecido por un nuevo ruido. Nada tan viejo como el periódico de ayer.


Muchedumbre en la salida de una carrera en Nueva York. 1909.



En cambio, el fugaz Marinetti permanece. Como la fascinación por la velocidad y el hechizo de las máquinas.


Carlo Mollino. Bisiluro. 1955.
Carlo Mollino pilotando su prototipo en Le Mans. Finales de los ´50.
 

El Bisiluro de Carlo Mollino. Circa 1955.

Ahora, y coyunturalmente,  todos somos expertos en Fórmula 1, porque un meritorio piloto nos viene haciendo revivir, más allá del vértigo, y actualizada en un mortal, la acumulación de pasiones de las grandes tragedias: desde el sentimiento de la traición a la insuficiencia del mérito frente a la fuerza del destino, pasando por todo el ruidoso inventario del furor y la decepción. 


Fernando Alonso en el circuito de Suzuka (Japón). 
Vuelta de reconocimiento. 10.2013.

Pininfarina para Ferrari. El "Sergio Window-Less".


Cuando el héroe pase a otras labores mudaremos de afición, y pondremos pasión y desvelos a favor de alguna otra sandez dinámica. Así somos. Valoramos el esfuerzo inútil en el elegido, elogiamos su inapreciable mérito y su capacidad para dar de qué hablar. En las justificaciones que buscamos a la frustrada peripecia del héroe encontramos las que nos sirven para nuestro caso particular, y luego, enseguida, olvidamos el éxito o el más habitual fracaso.  


Clemens Fürtler, Bildmaschine 04, 2013. Foto: F.G. Venecia, 09.2013.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Óscar Hijuelos: gracias por la música

F.G. La Habana. 07.2011.

Decía Diego A. Manrique que el mejor disco de la historia era el Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, y creo que tiene razón. Nunca, en lo que yo sé, ha habido tanta música y tanta musicalidad, tanta riqueza y variedad sonora en cualquier tipo de soporte, ya sea discográfico, libresco o cinematográfico.


Freddy. Debí llorar. Ella cantaba boleros.


F.G. La Habana. 07.2011.

En   mi opinión le seguiría los pasos muy de cerca Los reyes del mambo tocan canciones de amor, del recién fallecido Óscar Hijuelos, (traducida al castellano por Alejandro García Reyes), con el añadido a su favor de que bajo tan hermoso título y aprovechando el Pulitzer y el éxito popular de la novela aparecieron varios discos (con la banda sonora expresa y con otras de valor equivalente), y se hizo una película y una comedia musical que ayudaron a revalorizar internacionalmente la música cubana.


Tito Puente y su orquesta. Ran Kan Kan.


F.G. La Habana. 07.2011.
Los reyes del mambo es una novela tan trepidante como tórrida, y describe de manera muy verosímil y apasionada el desarrollo de la influyente escena musical latina en el Nueva York de los años cincuenta, que Hijuelos conoció a través del testimonio de la generación de sus padres y de las confidencias de tan singulares músicos, con mención expresa al gran Chico O´Farrill.


Machito & his Afrocubans. Quimbombo.

F.G. De Regla a La Habana. 07.2011.
Poco antes de su muerte había publicado una secuela de Los reyes, Bella María de mi alma, protagonizada por los carnales frutos de aquellas pasiones y estructurada como un bolero novelado, y hace unos años Una sencilla melodía de La Habana. Su pasión confesada por la música y por su herencia cubana le sirvieron de permanente inspiración, y en las entrevistas reconocía como valor distintivo sus estrategias de composición literaria siguiendo patrones de creación musical popular.

F.G. La Habana. Ángel, del Sexteto Santiago & Habana, en el Monserrate. Al fondo, Bola de Nieve. 07.2011.

Los reyes del mambo están precedidos de una "cita-reclamo" de valor universal e imperecedero:
"...con un ligero golpe de muñeca sobre el interruptor de su fonógrafo, la ficción de un mar ondulante y de una cita para bailar en un patio de La Habana o en un elegante club nocturno se hará realidad. No lo dude, si no dispone de tiempo para hacer una escapada a La Habana o si lo que quiere es revivir los recuerdos de un viaje anterior, esta música lo hará todo posible..."

F.G. La Habana. 07.2011.


Beny Moré. Cómo fue.

Gracias por la música. Y por las palabras.




martes, 22 de octubre de 2013

Esto es lo que oyen quienes no escuchan

Nos lo cuentan los amigos de Amnistía Internacional, acostumbrados a hablar con la pared:


                                                                      

Paul White para Amnistía Internacional.2013.