miércoles, 30 de mayo de 2018

Música del Perú


F.G. Pintura mural en el convento de Santa Catalina de Siena. Arequipa. 04.2018.
Entre los abundantes atractivos que tiene Perú para cualquier curioso foráneo (por ejemplo, la preciosidad del vocabulario y el sonido de su español, o su espectacular geografía llena de asombros de los que tuvimos noticia dentro de las cantinelas y salmodias con las que aprendíamos los volcanes Misti y Coropuna, los ríos Urubamba y Ucayali, el lago Titicaca, en los lejanos años del bachillerato y que los más jóvenes desconocen porque los planes de estudio que padecen les llevan poco más lejos de los charcos de su ombligo diferencial; su constantemente renovada cocina, puro contraste, estímulo inagotable; su múltiple y singular patrimonio arqueológico y sus ciudades coloniales; la realidad palpable del sincretismo cultural y religioso; sus asombrosas flora y  fauna, etc.) está la extraordinaria riqueza de su acervo musical, mestizo como pocos y variado como casi ninguno. Por mucho que conozcas y razonablemente esperes, siempre aparece una sorpresa, y muy a menudo del lado más humilde.
F.G. Músico en la Calle Mercaderes de Arequipa. 04.2018.

Músico ciego tocando la mandolina 
en las calles de Arequipa. Perú. Abril 2018.

Escucha a este mendigo ciego en la noche de Arequipa, punteando su mandolina con pasión emocionada, y a ratos canturreando una sutil segunda voz de acompañamiento. A mí me recordó a otros mandolinistas ilustres y de mejor suerte, como Jimmy Page o Levon Helm; y a los laudes que tañen los músicos del Nilo, a las koras de Mali y a los bluesmen rurales. Todos ellos de la estirpe de Orfeo.
Cosas de la música, que vuela y nos hace volar.
F.G. Alegoría de la Música. Pintura popular en la Casa del Moral. Arequipa. 04.2018.

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