martes, 7 de junio de 2016

“Yo soy Muhammad Ali: un hombre libre”


Portada de George Lois para Esquire. Foto de Carl Fischer. 04.1968

George Lois, que a lo largo de diez años diseñó todas las portadas de la revista Esquire, -y cuya biografía modeló, según se cuenta, la del publicista Don Draper en la serie Mad Men-, preparó con su colaborador habitual, el fotógrafo Carl Fischer, la entrega de abril de 1968.
Acababan de quitarle a Muhammad Ali -un boxeador que “picaba como una abeja y volaba como una mariposa”-, el título de campeón del mundo de los pesos pesados porque se había negado a entrar en el ejército norteamericano para ir a luchar a Vietnam, dado que allí, al contrario que en su propio país, no tenía enemigos: “Ningún vietcong me ha llamado `negro´”. 
Preparativos de la sesión fotográfica.
La titularon “La pasión de Muhammad Ali”, y quisieron reflejarlo como el mártir que era; y, para mártir, en el imaginario occidental, ninguno como San Sebastián.
Nadie se lo advirtió de antemano, y cuando llegó a la sesión fotográfica se sorprendió, porque era musulmán practicante. Su iglesia, la Nación del Islam, entendió el simbolismo, valoró la previsible repercusión y aceptó la metáfora.
La sesión fue sencilla, salvo por la inestabilidad de las pesadas flechas, y Ali tuvo toda la paciencia imprescindible. Los artífices de la portada lo recuerdan como una de las pocas personas que en su vida privada estuvo a la altura de su reputación: fue  divertido, se mostró relajado y para nada fue un fantasma pretencioso. 

Carl Fischer. Una de las fotografías de la sesión con Muhammad Ali. 04.1968.
También en ese gesto y en esa portada “habló por los que no podían”.

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