miércoles, 11 de mayo de 2016

Andrés Calamaro, el trovador

Andrés Calamaro en Logroño. 7.5.2016. Foto: Frank Moved.
Comenzó en Logroño la nueva gira de Andrés Calamaro, Licencia para cantar, y su intención quedaba clara nada más ver la puesta en escena: un aire de pequeño club, despojado, con el escenario abierto y tres pequeñas torres de luces con valor más escenográfico que práctico. Dentro de ese “no decorado”, los músicos recogidos en un palmo, con un excelente sonido, añejo, como de combo y crooner de los cincuenta, desenchufado y expandido. Parece sencillo, pero es admirable esa habilidad para convertir el enorme cajón del auditorio en un cálido recinto, haciendo casi posible la sensación de proximidad, imprescindible para compartir una emoción.
Y  sobre el escenario, el repertorio: canciones propias, nuevas y antiguas, incrustadas en el santoral rioplatense, en sus devociones particulares, ese retablo incomparable del que forman parte Nebbia, los Expósito, Gardel-Le Pera, Troilo, Piazzola,... Y, como sobrevolándolo, las citas cosmopolitas, lo aprendido de los discos y en la radio, lo que se hacía más allá de la propia ciudad y del idioma propio: el Imagine de John Lennon, el Georgia on my mind que popularizó Ray Charles, el Round about midnight de Thelonious Monk, cierto aire general de la época más melodiosa de Tom Waits y, omnipresente, Bob Dylan, con el desarmante sonido de Modern Times. 
Andrés y el elenco en Logroño. 7.5.2016. Foto: Frank Moved.

Para sacarlo adelante contó Calamaro con tres excelentes músicos: Germán Wiedemer, "Niño Jero Periquín", al piano (coautor del milagro de las Romaphonic sessions, el disco que tiene mucho que ver con el origen de todo esto), Antonio Miguel, "Lord Anthony", al contrabajo y Martín Bruhn, "El Cordobés", a la percusión. Andrelo, constantemente preocupado por el pulso de cada canción, marcaba sin cesar el compás haciendo de las palmas sordas una especie de delicada “clave”, y recurrió con frecuencia a la armónica para presentar, subrayar o enmarcar algunos temas. Cantó con intensidad y delicadeza, sencillo, directo, con emoción, administrando el vibrato con cuentagotas.
 
Los cien minutos de concierto dieron de sí para disfrutar del Calamaro torero, del prestidigitador, del tipo sensible, del arrabalero, del bluesman, del flamenco y hasta del bailador de jotas (impulsado por el sector más rural y bullanguero de la afición). Se mostró como un artista sin reparos para dejar las heridas a la vista, y resultó convincente cantando una y otra vez a "la hermana hermosa", la Libertad.
Los congregados en la ceremonia, entregados de antemano, lo corearon todo y le aclamaron a menudo, logrando que el cantor se sintiera querido. Es un público variado, mestizo, en buena medida proveniente del rock pero al que se han ido añadiendo paulatinamente los fieles seguidores de su carrera “paralela” de peculiar revitalizador del hermoso repertorio sentimental de la música popular en español (no solo argentina), acervo en el que sus desnudas canciones caben y se mueven como salmón en el agua.  
La prueba de sonido en Riojaforum. Logroño, 7.5.2016.

El   concierto resultó “al dente”, crudo pero comestible y suculento, especiado, idóneo para paladares (y entendederas) poco convencionales, más interesados en las aristas que en lo pulido, en lo ácido que en los edulcorantes. 
Estamos de suerte: Andrés Calamaro no ha perdido ni el amor al canto ni su voz como cantor.

Andrés Calamaro
"Licencia para cantar"
Riojaforum. Logroño
7 de mayo de 2016

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