martes, 1 de marzo de 2016

Rocío Márquez, la fuente más risueña

Rocío Márquez.
En los dos años transcurridos desde su anterior concierto en Logroño se ha producido en la carrera artística de Rocío Márquez un salto cualitativo de esos que convierten a un excelente intérprete en un creador extraordinario. Todo lo relacionado con la producción y recorrido de su disco El Niño (que -el tiempo lo dirá- puede llegar a ser una de esas escasas referencias que tras despertar pasiones encontradas, marcan una época e influyen a largo plazo en la forma de entender el flamenco por aficionados y músicos) la han hecho crecer en muchos aspectos, entre otros forjando el criterio para trazar con pulso firme el rumbo de su camino.
Pablo Picasso. Ma Jolie. 1910.
Los grandes artistas (y Rocío Márquez lo es, sin ninguna duda) sienten de vez en cuando la necesidad de salirse de la comodidad (lo que los cursis llaman últimamente “el área de confort”) y reinventarse, partiendo de su dominio de la tradición y tomándose el derecho de avanzar a partir de ella e incluso crear contra ella si lo considerasen necesario. Esa tensión entre conocimiento, pasión y libertad, cuando fructifica, produce un momento feliz y una obra singular, y luz en todo lo que el artista toca. Y en ese momento está Rocío, conviviendo con naturalidad y muy a gusto con Manuel de Falla y con Refree, con Pepe Marchena y con el Niño de Elche, con la forma en que Enrike Solinís afronta el repertorio barroco y con la musicalidad y maestría de Miguel Ángel Cortés, en un territorio arriesgado, mestizo, donde todo se retroalimenta en un continuo proceso “de ida y vuelta”.
Rocío Márquez y Miguel Ángel Cortés.

El concierto de Logroño tuvo esa luz musical y las otras cualidades que ya le conocíamos a Rocío de anteriores ocasiones: estuvo muy bien planteado, transmitiendo respeto por la audiencia, orden y sencillez. Empezó por todo lo alto con una malagueña culminada en abandolaos, y desde el principio quedaron patentes las credenciales de su compañero Miguel Ángel Cortés, con una preciosa entrada, imaginación a raudales y su portentoso dominio del compás. Continuó con cantes de ida y vuelta, comenzando con habaneras y siguiendo por guajiras, muy en Valderrama, todo filigrana. Después, un amplio muestrario de tangos, que empezaron granaínos en la estela de Morente y acabaron por Cádiz de la mano de La Niña de los Peines, y las variadas capacidades mágicas de Cortés fueron premiadas con una ovación. Siguió el concierto por peteneras, con una preciosa presentación de guitarra (y sobre ella, sutil como un susurro, la acompasada voz flotando entre la melodía) y sofisticados cambios de compás y aceleraciones en la falseta central; de nuevo compareció La Niña de los Peines, y todo se llenó de jipíos, melismas, quiebros y emoción expandida. Puro gozo. 
Pablo Picasso. Ma Jolie. Circa 1913.

Cantó también, como hace dos años, el Romance a Córdoba de Pepe Marchena, meciéndose -toda gracia- como la mejor rosa, todo un prodigio de simpatía, cualidades y encanto: ¡para tirar el sombrero!. Luego la caña de Chacón, con sus preciosos paseíllos de ayes, emocionada, dramática, haciendo de su honda respiración un añadido valor expresivo, y con Cortés, una vez más, luminoso. Continuó con unas bulerías antiguas en las que la letra se queja de lo que muchos se siguen quejando cuando la oyen cantar ("Ya no bailan el olé castizo / ni cantan la caña ni el polo cañí / que ahora cantan la danza del tueste / o la marcha fúnebre que hizo Chapí. / Bulerías, vengan bulerías, / que me pide el cuerpo / juerga y alegría"), recordando a La Perla, que, como ella, “cantaba lo que quería y como quería.”
Pablo Picasso. Ma Jolie. Circa 1914.
Después unos relucientes caracoles, espectaculares, ovacionados por el público como mereció su entrega, apasionada, porque el “conocimiento la pasión no quita.” Luego unas seguiriyas, rompiendo (o, mejor, ensanchando) los cánones, desmontando y reconstruyendo lo esencial, lo mejor y más expresivo de este cante dramático, haciéndolo más directo, más actual. De nuevo se apreció la alargada sombra de Morente y su Omega, con Miguel Ángel Cortés en maestro sabio, puente entre generaciones. Relajó después el ambiente dando gusto a una parte del público con el Qué no daría yo de Rocío Jurado, dramatismo a raudales, bordado melodrama que provocó el entusiasmo del respetable, y para terminar, sin amplificación y a pie firme, un par de preciosos fandangos en los que pudimos apreciar cómo se canta con todo el cuerpo, hasta dónde hay que esforzarse para sacar de lo más hondo esa dolorosa expresividad que logran solo los más grandes. Un epílogo espectacular para el recuerdo.
En definitiva, fue un gran concierto de una cantaora en estado de gracia. Los contenidos de El Niño (que no la actitud) quedaron para otra ocasión.
Equipo Crónica. Ma Jolie. 1981.
Y como perfectos guardaespaldas del compás, Los Mellis, sincronizados de nacimiento, tan discretos como eficaces.

Rocío Márquez
Miguel Ángel Cortés, guitarra
Los Mellis, compás
Teatro Bretón. Logroño
25 de febrero de 2016

Otras crónicas de los Jueves Flamencos de 2016:
Argentina
Luis "El Zambo"
Guadiana






4 comentarios:

  1. Muy bueno Pachi. Qué buena noche nos regaló Rocío.

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  2. GRACIAS de corazón!
    Con tu permiso lo publico en mi muro.
    Estas palabras me llenan de ánimo y fuerza para continuar en este largo camino...

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  3. Quien pudiera haber estado allí... Menudo lujo leer este articulo y saber que Rocío provoca estos sentimientos. Desde que la ví, jovencísima en la tele de la mano de María del Monte (con mi madre no nos perdíamos una gala), supe que llegaría esa chica muy lejos, se me clavaron sus quejíos en el pecho y lo supe. Sigo tus andares en las redes sociales y me alegra saber que triunfas dentro y fuera del país, en mi Patria Argentina tienes muchos seguidores, la más fiel es mi madre Lidia y aquí en Alicante esta otra Rocío te da las gracias. Sin el arte sería nuestro paso por el mundo muy triste. ¡Bendito sea el flamenco y sus promotores!
    Ole tú Rocío, que sea largo y fecundo tu camino!

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