lunes, 27 de abril de 2015

José Maya: un viaje hacia la luz

José Maya.





Resulta sorprendente que a los treinta y pocos años un artista ponga en pie un espectáculo tan complejo y ambicioso como el “Latente” que bailó José Maya en el Teatro Bretón, cerrando los Jueves Flamencos de 2015.
Quizá lo explique el hecho de haber nacido en un rico ambiente artístico y vivido desde los nueve años sobre los escenarios, rodeado de buena parte de las mejores figuras del flamenco, y demostrando unas cualidades unánimemente valoradas.
Johann Heinrich Wilhelm Tischbein: La gran sombra. 1805.
Tampoco es frecuente que en el vocabulario creativo de un bailaor aparezcan constantes referencias al psicoanálisis y al surrealismo (con ejes reiterados  como rizoma, pulsión, instinto o latencia), quizá aportados por su traslado a París, donde ha conseguido singularizarse como creador en un entorno más rico y diverso que el ensimismado ambiente español. 
Ese lenguaje revela su afán por indagar en las propias sombras, por sacar a la luz, tras ardua lucha, su oculta entraña.
José Maya.
Todo el espectáculo es el relato de una búsqueda personal que se adentra en lo instintivo, en lo ancestral. "Latente" recupera en su comienzo sonidos grabados del amplio espectro de “lo gitano”, desde el violín zíngaro de Maurice Ravel (la fascinación europea por el hondo misterio de esa cultura milenaria) a los ritmos hindús percutidos por tabla y congas (las míticas raíces de un pueblo errante), pasando por la evocación al Omega de Enrique Morente, con su sonido saturado, denso, dramático.
Pero especialmente, y por encima de todo, José Maya acude -como memoria colectiva y fuente de sabiduría- a los cantes flamencos más primitivos, los sonidos negros que evocan lo telúrico, trascendentes, misteriosos, representando su lado más doliente y profundo.  Para ello recurre a un elenco excepcional, encabezado por Juana la del Pipa, que cantó un martinete sobrecogedor, esencial, con una forma de cantar ya perdida que recuerda inmediatamente a la Tía Anica La Piriñaca. Sobre su voz, -cuando se para el tiempo y casi se corta la respiración-, nace el baile sincopado y explosivo, de polirritmia compleja, pletórico de fortaleza y tensión.
José Maya y Juana la del Pipa. Foto de Marie Julliard.
Desde el punto de vista del espectáculo, el momento culminante puede que fueran las preciosas bulerías, improvisando el baile, midiéndose y creciendo a partir del diálogo con la singular antagonista, y José Maya deslumbró, como siempre, en la siguiriya y la soleá por bulerías, magnético, asombroso en los remates y desplantes, demostrando su ambición creativa y sus cualidades privilegiadas.
Alberto Giacometti. Dibujo de juventud a partir del Laocoonte.
Acompañando a Juana, José Valencia estuvo pletórico, espectacular, derrochando y conteniendo, en gran artista, y David de Jacoba, -que no tuvo mucha suerte con el micrófono inalámbrico-, lució su hermosa voz, cargada de doliente dulzura, perfecta para transmitir sentimiento. Y a la guitarra, Raúl El Perla,  excelente en todo momento como discreto motor de continuidad, algo así como el sutil hilván que sustenta y estructura todo el espectáculo; no se permitió ni un momento de adorno o lucimiento propio, siempre supeditado al vértigo de la danza, a la percusión precisa del zapateado y a la magia de las voces dolientes. Aún así, sus siguiriyas fueron asombrosas.
Tras un largo climax de fiesta, llegó el sorprendente final: en la búsqueda de la fuente de sus pulsiones latentes, José Maya llega a cantar el fandango de Macandé, solo, como desnudo, estático, bañado por una deslumbrante luz blanca cenital que lo hace transparente, que le consuela y le hace, por fin, libre.
“Los besos que se compran con dinero / no son besos de verdad, / que los besos verdaderos / son los que una madre da, / que esos no cuestan dinero.”
Todo un alarde de fragilidad que contrasta, poniéndole broche, con el rotundo vigor desplegado a lo largo de todo el espectáculo, cargado de instinto apasionado, de flexibilidad, equilibrio y gracia.
José Maya,

Esta rotunda sesión de terapia personal es un acertado viaje de vuelta a la raíz, en el que un inspirado y generoso José Maya riza el rizo y hace lo que pocos han hecho: bailar para el cante, ceder el protagonismo a la voz humana como verdad suprema del flamenco a partir de la que desentrañar su profunda luz, su honda fuente de sabiduría e inspiración.

José Maya.
"LATENTE"

Juana la del Pipa, José Valencia y David de Jacoba, cante.
Raúl El Perla, guitarra.
Teatro Bretón.
Logroño.
23 de abril de 2015.



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Vicente Amigo
Jorge Pardo
Pansequito
Marina Heredia
David Palomar
Rocío Segura

(Publicado en Rioja2 el 29.04.2015)

4 comentarios:

  1. Gracias Francisco!!!!
    Que palabras mas bonitas. Es una gran satisfacción escuchar ese verbo tan afilado y sensible.
    Es una gran recompensa personal saber que te ha transmitido.
    Un abrazo

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    1. Gracias a tí, José, por un espectáculo tan especial, tan arriesgado.
      Otro abrazo para ti, y mucha suerte.

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