lunes, 16 de febrero de 2015

La garganta doliente de Pansequito


José Cortés Jiménez, "Pansequito". Foto de R. Malvarez.
Sorprende y alegra que Pansequito, a sus casi setenta años y recién salido de una larga gripe, se siga mostrando como el cantaor esforzado, corajudo y profesional que siempre ha sido. José Cortés demostró en Logroño que conserva las cualidades y capacidad que le hicieron grande en una generación de grandes (con Camarón y Morente como reconocidos iguales), con su voz poderosa, rozada, muy jonda, afillá, que vuela libre y es capaz de crear dentro de la ortodoxia, jugando con las letras y estirando asombrosamente los cantes, pero siempre ajustado al compás, como el que administra sabiamente un don natural con el que raramente se nace.
Eugeni Forcano. Por bulerías. Canet de Mar. 1963.
Pansequito transmite emoción, y con su voz flamenquísima, tan gitana, despierta y mantiene el interés de la afición, con la que sintoniza admirablemente.
Pone s
u dicción clara al servicio de unas letras cuidadosamente seleccionadas entre lo poético, lo popular y, a veces, lo truculento. Todo lo canta, con todo se atreve y todo lo hace bien, rematando sin innecesarios alivios. 
Lucien Clergue. Gitanos.
Su recital logroñés fue amplio y pletórico, con alardes y ganas más propios de quien tuviera algo que demostrar (sin amplificación, buscando proximidad y sonido natural) que de un maestro en plena forma, como es el caso.
Cantó tan bien como siempre por alegrías (“Caña en un cañaveral:/ cuanta más cañita corto/ más me queda por cortar”), bordó la soleá (“La primera marimonia/ que eche mi marimoniero/ yo se la voy a poner esta noche/ a mi hermana en el sombrero”), nos emocionó con unos dramáticos tarantos (“Que se l´había apagao el candil/ a unos probeticos mineros/ en el fondo de la mina, y se oyó una voz decir:/ ´¡Ay!, compañerito mío del alma,/ de aquí no vamos a salir´”) y unas dolientes seguiriyas (“Qué fatiga más grande/ hasta en el andar,/ que los pasitos que daba/ que p´alante yo daba/ se me vuelven p´atrás”), unos fandangos echándose adelante que tocaron la fibra del respetable (“Y es que dos niños chiquetitos tengo yo./ A uno lo cogí en la calle./ El mío quiso pegarme/ y aquel que recogí decía:/ `Dios mío de mi alma, no le pegues que es mi padre´”), para acabar con unas soberbias bulerías en las que mostró una vez más sus reconocidas cualidades de creador (“Tres Marías van por agua/ y ninguna llevaba soga./ Con la trenza de su pelo/ sacan agua de la noria”).

"Pansequito", con Manuel Valencia. Foto de R. Malvarez.

Estuvo acompañado por su sobrino Manuel Valencia, tan eficaz como siempre, que prodigó sus falsetas llenas de imaginación: complejas, precisas y brillantes. Lució especialmente en las alegrías, en la llamada de la soleá y en la seguiriya, y homenajeó a Paco de Lucía tocando su soleá dedicada al Niño Ricardo, saliendo airoso de lo que consideró “un atrevimiento”. Su tío lo elogió como ”el futuro”, pero, evidentemente, estamos ante un presente perfectamente cuajado.
Mateo Maximoff y Otto Daetwyler. Gitanos.
Una buena noche de flamenco grande.
De las que fomentan la afición.


"Pansequito"
acompañado por Manuel Valencia
Salón de columnas del
Teatro Bretón.
Logroño.
12 de febrero de 2015



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Jorge Pardo



(Publicado en Rioja2 el 16.02.2015)

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