jueves, 22 de enero de 2015

Aprende de memoria este poema de György Faludy

 György Faludy en 1994. Foto de Szebeni András.
Recientemente, las editoriales Fulgencio Pimentel y Pepitas de calabaza han dado a la luz Días felices en el infierno, memorias de quince años de la atropellada vida del poeta húngaro György Faludy traducidas al castellano por Alfonso Martínez Galilea. 
Camisa de la portada del libro, que reproduce un cartel de Pál Markovics para el Frente Popular húngaro. 1949.
A Faludy le tocó vivir y fue víctima de una "época interesante", en la que fue arrollado por varias apisonadoras totalitarias y mantuvo una vitalidad a prueba de exilio y campo de concentración, quizá forjada en su devoción por François Villon y en sus acendradas virtudes cosmopolitas (don de lenguas, cultivo provechoso del desarraigo y disfrute alegre de la diversidad afectiva).
En la presentación del libro, Alfonso Martínez Galilea leyó (tan bien como siempre) este hermoso poema:


André Kertész. Esztergom. (Hungría). 1915.

"Aprende de memoria este poema mío;
los libros solo duran un suspiro
y este será requisado por los guardias fronterizos húngaros,
lo quemarán en la hoguera, lo cubrirán de cicatrices,
la biblioteca lo dará por perdido, será desencuadernado,
el papel desecado, cuarteado, crujido, 
comido por los gusanos, desmigado hasta convertirse en polvo,
tostado lentamente hasta entrar por sí mismo en combustión
cuando lleguemos trepando por Fahrenheit
hasta 451, porque esa será la temperatura
que alcance tu aldea al arder.
Aprende de memoria este poema mío.

Aprende de memoria este poema mío.
Pronto los libros habrán desaparecido y descubrirás
que ya no hay versos ni poetas
ni gasolina para el coche o el autobús
–ni siquiera para el coche fúnebre–,
ni cerveza para darte ánimos hasta acabar doblado;
las tiendas de licor habrán sido demolidas o clausuradas,
el dinero solo servirá para ser arrojado a la basura,
a medida que se acerque el día
en que la televisión proyecte incesantemente
rayos mortales en lugar de filmes de éxito
y no habrá un alma a quien tender la mano
y todo se hallará ante su fin
salvo aquello que guardes en el interior de tu mente,
de modo que haz un hueco allí para estas líneas
y aprende de memoria este poema mío.

Aprende de memoria este poema mío;
recítalo cuando las mareas corruptas
desborden los cauces apestando a lejía,
cuando el vómito de la industria se extienda
cubriendo cada palmo de terreno,
cuando hayan asesinado cada lago y cada estanque,
la Destrucción encorvada sobre su cayado,
las hojas negras y podridas en sus ramas; cuando la plaga
hirviente oprima con sus gárgaras la garganta de la Primavera
y la brisa del crepúsculo no sea sino veneno, ponte
tu máscara de gas y línea
a línea declama este poema mío.

Aprende de memoria este poema mío
de manera que, incluso muerto, todavía pueda ver el día
en que privado de luz, de agua y gas
no puedas conservar ya tu casa,
y dando tumbos en busca de una cueva,
en busca de nueces, de bayas, de raíces para sobrevivir,
consigas un garrote, encuentres un manantial,
un trozo de tierra y, si acaso tiene dueño,
lo mates y te comas el cadáver.
Acompañaré tus pasos vacilantes
por entre las duelas y los escombros
susurrándote: "Estás muerto, estás acabado.
¿Adónde irás? El alma se heló en tu pecho
cuando abandonaste tu hogar".
Aprende de memoria este poema mío.

Tal vez allá arriba, en la tierra,
no quede nada y tú, adentro,
en lo profundo de tu búnker, te preguntes cuánto falta
hasta que el aire envenenado acabe filtrándose
a través de las sucesivas capas de plomo y hormigón. ¿Pudo
algo haber tenido sentido para el Hombre
si es así como debe acabar la cosa?
¿Qué palabras de consuelo puedo enviarte?
¿Habré de admitir que has llenado mi mente
durante incontables años, a través de la ciega
y opresiva oscuridad, a través de la luz amarga,
y que, aunque partí hace mucho, mis ojos
antiguos y heridos te observan todavía?
¿Qué más me resta por decirte
a ti, que, enfrentado a los designios del tiempo,
no encontrarás útiles ni la vida ni el tiempo?
Será mejor que olvides este poema mío."

György Faludy. Aprende de memoria este poema mio (versión inédita de César Sánchez, que prepara la publicación de la poesía de Faludy en su editorial, Fulgencio Pimentel).
 
André Kertész. Circus Budapest. 1920.
Para que te hagas una idea cabal de cómo suenan el húngaro y Faludy, pulsa aquí y escucha este poema en la versión de Lázsló Foldes (Hobo), una de las muchas adaptaciones musicales que se han hecho de sus versos a lo largo de los últimos ochenta años.
André Kertész. Esztergom. (Hungría). 1917.

5 comentarios:

  1. Qué hermoso poema, Pachi. Y qué duro y qué actual.
    Me gustaría saber de György Faludy. Compraré el libro. Por cierto, el traductor fue alumno mío cuando tenía 10 años.
    Besos, Rosa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por cierto, el cantante me ha recordado a Cohen.

      Eliminar
    2. Es estupendo, como compositor y como cantante. Me pasó el contacto AMG, y le puedes seguir la pista en youtube. Merece la pena.

      Eliminar
    3. También hay discos de Hobo es spotify, aunque hay que discernir entre varios grupos e intérpretes con ese mismo nombre.

      Eliminar
  2. Mil gracias, Pachi.
    Un abrazo,
    César Sánchez

    ResponderEliminar