lunes, 1 de septiembre de 2014

Marcela Ferrari canta el tango en Peroblasco


Luis Fernández, Marcela Ferrari y Osvi Grecco en Peroblasco. 30.08.14. Fotos F.G.
Peroblasco tiene entre sus diecinueve vecinos a Luis Fernández, un excelente músico canario que, entre giras y ocupaciones profesionales diversas, acoge en su casa a los amigos para escuchar a otros amigos músicos. Bendecido por el don de la hospitalidad, abre las puertas de su estudio de grabación (que tiene el sorprendente nombre de La casa del burro) para que un puñado de personas disfruten -con la privilegiada proximidad de lo inmediato- de las cualidades de músicos singulares que acuden a la llamada de la amistad o del recuerdo de viejos proyectos artísticos compartidos.
El acierto –y el goce- se incrementa con la disposición de escenario y “platea”: el público abraza a los artistas, que se recortan frente al panorama cambiante de la luz poniente en la hoz del valle alto del Cidacos. Algo tan hermoso y tan sencillo que ha sido practicado por los constructores de teatros a lo largo de toda la tradición grecolatina, desde Epidauro o Taormina hasta el Palacio de festivales de Santander (de Sáinz de Oiza) o el Auditorio Alfredo Krauss en Las Palmas de Gran Canaria (de Óscar Tusquets).  
Marcela Ferrari.
Este milagro espontáneo de amor al arte se reproduce desde hace varios años, y a él acudió por tercera vez Marcela Ferrari, que a su condición de excelente intérprete (por sus dotes vocales y dramáticas), añade la más infrecuente de estupenda compositora y letrista, con un amplio repertorio personal (muy ajustadamente llamado de “tangos propios”) englobado en el género denominado tango canción. Se trata de piezas musicales con la riqueza rítmica y melódica del tango tradicional pero con un interés especial por afrontar, en su variada temática, los aspectos más diversos de la vida cotidiana desde la perspectiva de la mujer. Una mujer fuerte que nos cuenta en tres minutos, con mucho humor, verbo directo y brillante musicalidad, pequeñas historias complejas a las que se ha ido acercando con decisión y claridad, cualidades propias de cirujanos y notarios pero muy convenientes para los letristas que optan por escribir de la vida y los sentimientos. Si hay que hablar de dolor y soledad, se habla, pero sin darse ( ni dar) pena, y haciéndolo a través de brillantes interpretaciones que a menudo congelan la sonrisa.
Marcela Ferrari se siente parte de una tradición musical viva pero permanentemente renovada; en sus canciones reivindica el influjo antiguo de su familia de músicos, pero reconoce y agradece las aportaciones que su propia carrera profesional (llena de fructíferas colaboraciones con mucho de lo mejor de  Argentina, España y Uruguay) le ha ido dando. 


Siendo el conjunto de su obra muy personal, en sus músicas (que en Peroblasco escuchamos en formato "esquelético" con el excelente acompañamiento de Osvi Grecco a la guitarra y el anfitrión Luis Fernández al piano y la melódica, supliendo con acierto la coloratura del bandoneón) se aprecia el gusto por la variada sensibilidad del Cuarteto Cedrón, y en las letras la cruda ironía y la intención dramática de Enrique Santos Discépolo. El resultado artístico fue tan brillante como conmovedor, y el público agradeció la generosidad y el talento de los protagonistas.

Logo y "plano del tesoro"  para llegar a la Casa del burro, en Peroblasco.

En resumen, y como canta Marcela Ferrari,
"estemos bien, que no hay razón
para amargar gratuitamente al corazón,
¿es que no ves lo que tenés?,
tenemos alma y vida
y un montón de cosas para hacer".
Pues eso. Adelante. 
Igual resulta que ha sido un acierto elegir al burro como totem humilde y pertinaz para un proyecto tan pegado a la tierra pero de tan alto vuelo. 


Publicado en Rioja2 el 7.09.2014.

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