jueves, 11 de septiembre de 2014

Los pregones del panquelero

Vendedor ambulante "carretillero" por El Malecón de La Habana. Muy al fondo, Miami.
En otras latitudes del idioma español, a los que entre nosotros se les llama por mal nombre "emprendedores" se les dice "cuentapropistas". Son, seguramente, dos palabros tecnocráticos, uno de estirpe neoliberal y el otro como de contabilidad de plan quinquenal. Los dos igual de mentirosos, porque ocultan más que lo que explican.
Vendedor de pasteles en La Habana. Al fondo, a la derecha y de espaldas a la realidad, la propaganda oficial.
Unos y otros son gente que se busca la vida lo mejor que puede en unas circunstancias casi nunca favorables. Algunos de entre ellos crean modalidades de negocio ingeniosas y esforzadas, y generan, en el mejor de los casos, formas de propaganda originales y muy atractivas.

Paulina Álvarez. El panquelero. 
Semilla del son. Animal Tour. 1992.
A veces, como dice la letra de la canción, la escucha del pregón de un vendedor ambulante pone en marcha el aparataje gástrico del oyente y le incita al consumo inmediato de lo anunciado, aunque solo sea por seguir escuchándole mercadear a voces las virtudes del género que porta.
Abelardo Barroso es el compositor de El panquelero, paternidad que le es negada por atribuciones infundadas a Agustín Lara o a Óscar de León: bastaría con escuchar la relación completa de la tabla de postres para certificar su indudable procedencia cubana.
La Habana. Puesto ambulante de alimentos y refrescos.
El panquelero (junto a El manisero, El tomatero y muchos otros abastecedores más o menos explícitos) forma parte protagonista de la variedad musical de los pregones, un tipo de son que, en palabras de Santiago Auserón, "recuerdan el canto anunciador de los antiguos vendedores ambulantes, elaborando una poética mixta de lo nutricio y lo musical. Este eros oral y primigenio nos hace sentir la emoción de un espacio sonoro que aún palpita en las calles de Cuba".  
Su letra, más o menos estable, funciona como la carta cantada del restaurante itinerante, a la que el vocalista añade en un improvisado estribillo "montuno" algunas otras variedades locales de su gusto o del gusto de los oyentes según la zona donde la canta.
En España tenemos un popular pregón seguramente "de ida y vuelta", como muchos cantes flamencos: "Al rico pirulí de La Habana, que se come sin gana".

 
 
              Postales habaneras de la época colonial con las mismas modalidades de negocio "cuentapropista".

Por cierto, el panqué, el panqueque y su vendedor no figuran en el diccionario de la Academia Española, quizá por el evidente origen anglosajón de tales términos, contaminación bastante frecuente en la gastronomía criolla. 
Otro hermoso caso de mestizaje, en una zona tan proclive a la concupiscencia (musical, por supuesto).
¡Azucar!

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