viernes, 10 de enero de 2014

Alabama Monroe



Si se te presenta la oportunidad de ver Alabama Monroe (The Broken Circle Breakdown) aprovéchala, porque no te dejará indiferente. Es una película del belga Felix van Groeningen sobre la fragilidad de la vida con dos excelentes protagonistas, Veerle Baetens (que interpreta a un encanto de tatuadora que todo lo resuelve a nivel de piel -como no podía ser de otra manera- y a la que todo le deja marcas indelebles: los amantes, sus aficiones musicales, sus modos de vida o su incapacidad para superar las dolorosas pérdidas) y Johan Heldenbergh (que representa a un hombre sencillo, directo y primario que no admite en nada doblez, mentira o hipocresía, poco partidario de los compromisos estables y que se dedica a tocar música fresca y divertida con un grupo de amigos de su mismo pelo). El círculo se completa y se rompe con el nacimiento y la dolorosa muerte de su hija tras un cáncer fulminante.

Un frágil círculo escaleno.
Lo que podría ser poco más que un melodrama mejor o peor contado -pero bastante previsible- se convierte, gracias a un montaje que rompe la linealidad argumental, en una película llena de intensidad emocional, de humor y dramatismo (como la vida misma, vamos), en la que también queda espacio para la denuncia explícita de la responsabilidad criminal que cabe achacar a los políticos y líderes religiosos que basándose en sus prejuicios ideológicos promueven actuaciones y reglamentos que objetivamente van contra la salud, los derechos y la vida de las personas. 


Los días de vino y rosas, todavía.


Es gratificante escuchar en la sala oscura cómo reacciona el público ante la imagen y las palabras de George Bush Jr. tratando de justificar lo injustificable. 
Esta película la tendría que ver el ministro Gallardón, ahora que, atendiendo al cálculo político y a las peculiaridades de sus creencias, propone modificar la ley y devolver a las mujeres a la minoría de edad que les impida decidir sobre su propio cuerpo. Y de paso, en programa doble, podría ver también aquella excelente película rumana de hace unos años (4 meses, 3 semanas, 2 días, de Cristian Mungiu). Porque algunos no aprenden. ¡Qué país!


The B.C.B., de primera comunión.

Otro de los logros del director es haber optado por convertir la música en la columna vertebral de la película, interpretada en directo por una solvente banda de bluegrass (The B.C.B.), esa hermosa música idónea para transmitir alegría, melancolía o profunda tristeza, una música simple y directa, buena para bailar y para acompañar la ingesta etílica, y con mucho alarde virtuoso de corto vuelo para dar gusto a la ruidosa afición. (Ya lo dice el protagonista: "toco el banjo porque no tengo talento para tocar la guitarra"). Bill Monroe, una de las deidades principales de esta iglesia, sobrevuela la banda sonora, acompañada por unos breves contrapuntos más "cinematográficos" de Bjorn Eriksonn.


Bill Monroe & his Bluegrass boys.
Honky tonk swing. 1947.

El concierto va a terminar (a voces) y va a comenzar el espectáculo.

La fotografía, de Ruben Impens, es muy atractiva, y resuelve especialmente bien las actuaciones del grupo y las secuencias de mayor dinamismo, mezclando con acierto la densidad de los intensos colores, una iluminación cargada de contrastes y el acertado punto de vista de la cámara.
En resumen, una película muy interesante, que pone las pilas y anima a meter la pata. 

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