miércoles, 27 de noviembre de 2013

La Red y la araña



Louise Bourgeois. Spider woman. 2004.

El  profesor Daniel Inerarity ponía en evidencia hace unos días el lado menos amable de la Red, extraño elemento que en muy poco tiempo ha envuelto nuestras vidas gozando de nuestra complacencia entusiasmada. Hemos acudido como a la miel, y ahí estamos, metidos de cabeza y presos de patas. 


Odilon Redon. Araña llorosa. 1881.

Las posibilidades de expresión libre, de consumo inmoderado de bienes (culturales) de propiedad ajena, de movilización autónoma y solidaria, de comunicación gratuita y divertida con los iguales y con los famosos que se dejan porque viven de eso, todas esas ventajas (reales o, al menos, sentidas como tales), dejan un resto de baba de caracol que es aprovechada por empresas y estados en beneficio propio. 


Louise Bourgeois. Hairy spider. 2004.


Este es el verdadero argumento de la obra: los usuarios de la Red - un "espacio de autoexhibición", en palabras de Inerarity -  somos colaboradores necesarios en el espionaje que sufrimos, porque "cuanto más sabemos gracias a la Red, más sabe ella acerca de nosotros". Ese es el peaje del supuesto "gratis total": el conflicto entre libertad y control empieza a manifestarse claramente, y no dejará de crecer y desequilibrarse a favor del más fuerte. 


Anne Francis, vestida para matar.

Nos sorprendía y nos hacía mucha gracia - otra contradicción del "tigre de papel"- que Internet hubiera empezado como una pequeña red militar de comunicación interna, y que los que más partido sacaban de ella fueran movimientos antisistema y productores alternativos. Estábamos, una vez más, equivocados. 


Louise Bourgeois. The fragile. 2007.



La   araña nos tiene a su disposición: ya sabe lo que escuchamos, lo que vemos, lo que compramos (y no le parece suficiente), dónde vamos y con quién nos comunicamos. En el reparto de papeles de la farsa nos queda el de la mosca.








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