miércoles, 3 de julio de 2013

Saber contar

Gonzalo Santonja cerró las jornadas logroñesas de poesía de este año con ovación y vuelta al ruedo, pero escurriendo el bulto del poema y echándose en manos de la evocación y el cuento, territorios que frecuenta con más gusto, y en los que se mostró como un consumado experto que captó la atención del respetable público, provocando la emoción general, contra todo pronóstico en materia tan delicada. 
 Leonardo Cantero. La Dehesa del Hoyo (fragmento).1959.
Nos contó varias cosas peregrinas pero de mucho interés: el toro indultado que busca reconocerse en lo más profundo de la dehesa; la niebla desdoblándose y ocupándolo todo paulatinamente, desde los altos montes a los profundos valles, a las calles y a las casas; el temor del niño al agua fría; la necesidad de combatir las ideas y respetar a las personas; el ensimismamiento infantil; los destierros y las cárceles; los viajes por Cuba con el neomatrimonio Alberti, y cómo uno llega a no poder más después de aguantar tres horas de cháchara patriótica de los Castro y se tira vestido a la piscina, con la admirada petición de Rafael para que, por piedad, haga con él otro tanto; la búsqueda de las huellas de Altolaguirre, y lo poco del gusto del régimen que resultaron sus frutos; 
Leonardo Cantero. Herradero. 1952.
el toro, los encastes, la arrancada y el pelo, y las diferencias de proceder y costumbres entre los miuras y los alipios, de los que se considera más partidario (por consanguinidad y empadronamiento,  fundamentalmente); el origen taurino del término “sobrecogedor”, ahora tan de moda, y el famoso caso en el que un crítico venal reprochaba al reacio (por chuti) Paco Camino, una vez caído en la mala práctica de la compra de voluntades, que estaba mejorando pero tenía pocos recursos; la conveniencia, tanto en los toros ("El Viti" dixit) como en la vida en general, de “ir llorado a la plaza”; el caso de una información errónea acerca de la cual el frágil Bergamín le decía al apolíneo Joseantonio que la desmintiera si quería, pero que a él le convenía aparecer como dominante en tan desigual relación; cómo invocar a espíritus y fantasmas ruidosos de una casa, aunque el resultado del posterior silencio sea el desvelo permanente de la espantada persona amada; asustar y ser asustado por un oso al que te encuentras subiendo una fatigosa ladera, llegando a la conclusión de que lo que más miedo da, por ser lo peor, es siempre el hombre; el anhelo por conseguir un helicóptero con el que enseñar al padre enfermo, antes de que las perdiera para siempre, las queridas sierras y dehesas; las incomparables luces del amanecer y del poniente, con sus infinitos azules inencontrables, irreproducibles; 
Leonardo Cantero. La Dehesa del Hoyo. 1959.
la magia de dormir al raso, o en casas abandonadas, o en ruinas; las presencias inexplicables que no dejan huella; un golpe misterioso en la espalda en un lugar donde estás solo; la certidumbre de que somos peores que nuestros padres en todos los aspectos; el inacabable elogio enamorado de la naturaleza; la capacidad para contar lo grande y lo pequeño, los milagros y las miserias. 
Leonardo Cantero. S.T. Circa 1960.
Todo un cuerpo poético para una persona tan directa como esquiva. Saber contar es un don, y tener un idioma común en el que se pueda cantar con precisión tanta belleza emocionada, un privilegio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario